10 formas de regular el sistema nervioso y reducir el impacto del estrés

Por eso, en lugar de mantenernos firmes y callados mientras nos sentimos cada vez más agotados, deberíamos permitirnos hablar, expresar, sentir y pedir ayuda. Esto no nos hace débiles, sino conscientes de nuestros propios límites.
La acumulación de estrés crónico no solo debilita nuestro estado emocional, también tiene consecuencias físicas concretas: eleva la presión arterial, altera el sueño, debilita el sistema inmunológico, y cambia el funcionamiento del corazón y el cerebro. Muchas veces estas alteraciones permanecen en silencio hasta que el cuerpo ya no puede más.
Este tipo de estrés no es igual al que sentimos al enfrentar un examen o resolver una discusión. Es una carga persistente que nos acompaña todos los días, y que muchas veces se sostiene por años. Y si no es gestionada, tarde o temprano el cuerpo lo manifiesta, muchas veces de forma grave.
La clave está en no normalizar el malestar. Si sentimos que cargamos con todo, si nuestras emociones están contenidas o simplemente nos cuesta parar, pedir apoyo o descansar, es probable que estemos ignorando señales de alarma. Nuestro cuerpo es sabio, y aunque lo forcemos a resistir, llega un punto donde necesita hablar… y lo hace a través de una enfermedad.
Por eso, se vuelve urgente encontrar espacios para descargar tensiones, para cuidar nuestra salud mental y emocional, y para revisar nuestras rutinas y prioridades. No es egoísmo pensar en uno mismo: es prevención. Es una forma de decirle a nuestro cuerpo: “No hace falta que llegues al límite para que te escuche”.
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