El Tiempo de Monclova

DEPORTES ENFERMEDADES Monclova Piedras Negras Carbonífera Saltillo Torreón Seguridad

Así cambia el cerebro del hombre con la paternidad

ENFERMEDADES
Redacción El Tiempo
comparte facebook comparte X comparte WhatsApp comparte Telegram

Aunque durante mucho tiempo la ciencia se enfocó casi exclusivamente en la maternidad, investigaciones neurocientíficas recientes muestran que el cerebro masculino también cambia con la llegada de un hijo.

La evidencia acumulada en los últimos años revela que ser padre no es solo un cambio social, sino una experiencia profunda que afecta biológicamente, emocionalmente y cognitivamente al hombre. ¿Qué ocurre en su cuerpo y mente cuando participa activamente en la crianza? En el Día del Padre, Infobae consultó a expertos para entender cómo se manifiestan estos cambios y por qué sus efectos son mucho más amplios de lo que se había pensado históricamente.

Un enfoque científico sobre la paternidad: cambios en el cerebro del hombre
La paternidad activa provoca transformaciones en áreas cerebrales relacionadas con la empatía, la interpretación emocional y las funciones ejecutivas, según especialistas.

El neuropsicólogo español José Antonio Portellano explicó que “algunas regiones del cerebro del hombre pierden materia gris, pero esa reducción, que es leve, se compensa con otros ajustes”. En su libro Neuropsicología infantil, señala que estos cambios estructurales responden a nuevas demandas cognitivas: “El cerebro se adapta para facilitar modificaciones en el lóbulo frontal, que controla la toma de decisiones, la planificación del comportamiento y funciones ejecutivas”.

Por su parte, el psicólogo y docente Flavio Calvo destacó que “al convertirse en padres, los hombres activan más intensamente las áreas cerebrales vinculadas a la empatía y las habilidades sociales”. Esto significa que el cerebro se orienta a entender y conectar con otros, sobre todo con el bebé. Durante las interacciones, como el contacto visual o físico, se activan las llamadas neuronas espejo, que interpretan gestos, emociones y necesidades.

Hormonas que moldean al padre: testosterona, oxitocina y prolactina
Los cambios neurobiológicos también implican un reajuste hormonal. Portellano explicó que “los hombres experimentan una disminución temporal de la testosterona”, lo que no es una desventaja sino una adaptación que facilita el cerebro social. Este descenso favorece emociones empáticas y fortalece el vínculo con el bebé.

Un estudio longitudinal de la Universidad de Northwestern, publicado en PNAS, analizó a 624 hombres durante más de cuatro años. Se observó que los hombres con niveles altos de testosterona eran más propensos a casarse, y que al convertirse en padres sus niveles de esta hormona bajaban significativamente. Además, aquellos que participaban activamente en el cuidado tenían niveles aún menores que los menos involucrados.

Calvo añadió que esto tiene sentido desde la evolución: “El cerebro del hombre se prepara para un cambio importante, dejando de enfocarse tanto en la búsqueda de pareja o sexo, y centrándose más en el cuidado del hijo”. Al bajar la testosterona, aumentan hormonas como la oxitocina, dopamina y prolactina, que favorecen el apego, la ternura y la motivación para involucrarse en la crianza diaria.

Capurro destacó que este proceso tiene un componente vincular importante: “La testosterona está asociada a la competencia, dominio e impulso sexual; su descenso tras el nacimiento ayuda a que el hombre se vuelva más sensible y empático”. Pero recalcó que “este cambio no es automático ni universal: ocurre principalmente en hombres emocionalmente comprometidos en la crianza. La biología responde a la experiencia y al vínculo”.

Una transformación evolutiva: de cazador a cuidador
Desde una visión evolutiva, el cuidado paterno humano es un fenómeno relativamente nuevo. Solo el 5% de las especies de mamíferos presentan machos que cuidan a sus crías. En los primates es algo más frecuente, especialmente en algunas especies de Sudamérica, pero nuestros parientes más cercanos, chimpancés y bonobos, no tienen cuidados paternos significativos.

La paternidad activa en humanos se interpreta como una ventaja evolutiva. Durante esta etapa, el cuerpo y el cerebro del hombre se adaptan para mejorar la conexión con el bebé, activando áreas cerebrales que aumentan la empatía y la sensibilidad hacia las necesidades del hijo. Esto lleva a un cambio en las prioridades, enfocándose en cuidar al hijo para que crezca sano y seguro.

Capurro agregó que “no es solo sostener al bebé, sino estar presente para una vida que depende completamente del otro. La biología se reorganiza para facilitar el vínculo; no es un destino natural inevitable, sino que el deseo de cuidar puede generar condiciones biológicas que lo hagan posible”.

Del deseo a la entrega: la paternidad en la construcción del yo masculino
El psiquiatra y psicoanalista José Eduardo Abadi analizó cómo la paternidad redefine la experiencia masculina. Explicó que la paternidad ocupa un lugar central no solo por el cambio en sí, sino porque implica una nueva forma de relacionarse socialmente.

Para él, la evolución va “de un hombre soltero, cazador, que busca conquistar, hacia el amor estable de la pareja. Pero la llegada de los hijos genera un cambio profundo: el narcisismo —el centrarse en uno mismo— se desplaza. Aparece alguien para quien se destina toda esa energía amorosa, alguien más importante que uno mismo”.

Esto implica una redistribución del yo y una reformulación del deseo. “El mundo interno del hombre se transforma, y con ello llegan la riqueza, el compromiso, la responsabilidad y una percepción del amor totalmente distinta”, concluyó.

El impacto emocional y social de una paternidad comprometida
Capurro remarcó que las nuevas formas de paternidad tienen un impacto positivo en la salud emocional del padre y la familia. “Estas paternidades, que implican contacto directo con las necesidades del hijo, permiten construir masculinidades más libres y conectadas con una emocionalidad saludable”.

Esta emocionalidad contrasta con el estereotipo del hombre distante y austero. Según Capurro, “es una emocionalidad que protege la salud mental, donde pueden expresarse la ternura, el cansancio, la alegría y la emoción de ver crecer a un hijo, aspectos que estuvieron negados a los padres por mucho tiempo”.

Finalmente, destacó el valor social de estos cambios: “Más empatía, corresponsabilidad parental y habilidad para entender las necesidades emocionales de la nueva dinámica familiar fomentan ambientes con mayor ternura y menos violencia. Esto es el germen de una sociedad menos violenta y más comprometida con la vida, el afecto y el cuidado”.

comentar nota

ENFERMEDADES: Fluidez verbal, el hábito que puede alargar la vida según la ciencia

El deseo de alcanzar una vida prolongada y saludable es compartido por muchas personas. Más allá de factores como la herencia genética o la actividad física, la ciencia comienza a destacar que ciertos hábitos mentales también juegan un papel clave en la longevidad. Uno de ellos, -- leer más

Noticias del tema


    Más leído en la semana