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Basureros clandestinos, una práctica recurrente que degrada el entorno urbano

Sobre la colonia La Hacienda se observa en los lotes baldíos tirados sillones y demás basura generando mala imagen

Basureros clandestinos, una práctica recurrente que degrada el entorno urbano: Sobre la colonia La Hacienda se observa en los lotes baldíos tirados sillones y demás basura generando mala imagen
José Gaytán
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Basureros clandestinos, una práctica recurrente que degrada el entorno urbano: Sobre la colonia La Hacienda se observa en los lotes baldíos tirados sillones y demás basura generando mala imagen
Basureros clandestinos, una práctica recurrente que degrada el entorno urbano: Sobre la colonia La Hacienda se observa en los lotes baldíos tirados sillones y demás basura generando mala imagen

En diversas zonas urbanas de la ciudad, la acumulación de basura en lotes baldíos se ha convertido en una problemática crónica que, lejos de disminuir, parece intensificarse con el paso del tiempo. Colonias como La Hacienda y Argentinas son claros ejemplos de cómo la falta de conciencia colectiva ha convertido terrenos vacíos en verdaderos focos de insalubridad, afectando la calidad de vida de quienes habitan en su entorno y evidenciando una grave carencia de cultura ciudadana en torno al manejo de residuos.

A plena vista y sin ningún tipo de reparo, estos espacios han sido transformados en depósitos improvisados donde se abandonan sillones viejos, bolsas de basura, restos de muebles, llantas y desechos domésticos de todo tipo. Lo más alarmante es que estas acciones, lejos de ser esporádicas, se repiten constantemente, alimentadas por una mentalidad que normaliza el descuido del espacio público y la negligencia ambiental como parte del día a día.

Un atentado contra la salud y la imagen urbana

La existencia de estos basureros clandestinos no es un simple asunto estético; representa un riesgo real para la salud pública y la seguridad ambiental. En los lotes invadidos por basura proliferan moscas, cucarachas, ratas y otros vectores de enfermedades, especialmente peligrosos tras las lluvias recientes, que propician encharcamientos ideales para la reproducción del mosquito transmisor del dengue.

Además, los neumáticos acumulados y otros objetos que retienen agua se convierten en incubadoras naturales para estos insectos, creando condiciones propicias para brotes que pueden tener consecuencias serias, especialmente entre niños y adultos mayores.

La acumulación de residuos también eleva el riesgo de incendios durante temporadas secas, siendo estos lotes propensos a arder debido a la presencia de materiales inflamables como papel, cartón y plásticos. Esto no solo pone en peligro propiedades cercanas, sino que también afecta la calidad del aire con emisiones de humo tóxico que dañan la salud respiratoria.

Entre la indiferencia y la costumbre

Más allá de los efectos visibles, esta práctica evidencia una profunda desconexión entre los ciudadanos y el entorno que habitan. El hecho de que los lotes baldíos sean utilizados como basureros refleja una mentalidad de abandono, donde el espacio público es percibido como una extensión de lo que no se desea tener dentro del hogar, y por lo tanto, se deposita afuera, sin importar las consecuencias.

Se trata de una problemática que va más allá de la simple presencia de basura. Habla de un fenómeno cultural arraigado: la falta de responsabilidad individual y colectiva hacia el bien común. Es común escuchar frases como “alguien más debe limpiarlo” o “ese terreno no es mío”, que dan cuenta de una cultura del desentendimiento y la pasividad.

Esto no es exclusivo de sectores específicos; se repite en distintas áreas urbanas, lo cual convierte el problema en un asunto estructural, no circunstancial. Mientras no haya un cambio profundo en la percepción que se tiene sobre el espacio público, los basureros clandestinos seguirán multiplicándose, con el consecuente deterioro urbano.

Lotes baldíos: tierra de nadie

La condición de abandono en la que se encuentran muchos terrenos baldíos en zonas residenciales contribuye a este fenómeno. Sin cercas, señalización o mantenimiento alguno, estos espacios se convierten fácilmente en zonas grises dentro del tejido urbano, en las que no parece aplicar ninguna norma y donde la basura se acumula impunemente.

Al estar ubicados en medio de colonias habitadas, algunos incluso frente a instituciones educativas, se genera una contradicción evidente: se habla de promover educación, civismo y valores comunitarios mientras, justo al frente, se tolera un entorno lleno de basura, desorden y abandono. Esto envía un mensaje contradictorio a las generaciones más jóvenes sobre cómo se debe tratar el espacio compartido.

La necesidad de una cultura de corresponsabilidad

Uno de los errores más frecuentes en torno a esta problemática es asumir que su solución debe recaer únicamente en las autoridades municipales. Sin restar importancia a la necesidad de políticas públicas eficientes y de sistemas adecuados de recolección de residuos, es indispensable reconocer que el comportamiento ciudadano es el primer eslabón de esta cadena.

No hay acción gubernamental que pueda suplir la responsabilidad básica de no tirar basura en la calle o en terrenos ajenos. La conciencia ambiental y el respeto por el entorno no pueden ser impuestos ni vigilados en cada esquina. Son valores que deben nacer desde el hogar y fortalecerse en la comunidad.

Resulta urgente que se genere una transformación en la manera en que la sociedad percibe y se relaciona con el espacio público. Cuidar la ciudad no debería verse como una obligación externa, sino como un acto de amor propio y respeto hacia los demás. Cada bolsa de basura tirada en la vía pública es un reflejo del desprecio por el entorno común, y cada acción responsable, por pequeña que parezca, suma hacia un entorno más limpio, seguro y digno.

Una ciudad que se construye o se destruye todos los días

La basura no aparece sola ni se reproduce como maleza. Es el resultado de decisiones individuales, de actos cotidianos que, por repetidos, terminan moldeando el rostro de la ciudad. Así como se habla de construir sociedades más justas, solidarias y sustentables, también se debe construir una ciudadanía que no tolere el deterioro como parte de la normalidad.

Los basureros clandestinos son, en última instancia, el espejo de una sociedad que ha aprendido a mirar hacia otro lado. Pero también pueden ser el punto de partida para un cambio si se logra convertir la indiferencia en acción y el descuido en participación.

El primer paso es tan simple como no tirar basura donde no corresponde, y el siguiente, tal vez, sea tener la valentía de señalar y corregir estas prácticas dentro de nuestras propias colonias. Porque la ciudad no se limpia sola, y su deterioro no es solo culpa de otros: es responsabilidad compartida de todos los que la habitamos.

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