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Brote de aguas negras en Tierra y Esperanza refleja abandono y omisión crónica

En medio de los trabajos se colocó una de las tantas vayas que reza "Precaución Obra en Proceso"

Brote de aguas negras en Tierra y Esperanza refleja abandono y omisión crónica: En medio de los trabajos se colocó una de las tantas vayas que reza \'Precaución Obra en Proceso\'
José Gaytán
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Brote de aguas negras en Tierra y Esperanza refleja abandono y omisión crónica: En medio de los trabajos se colocó una de las tantas vayas que reza \'Precaución Obra en Proceso\'
Brote de aguas negras en Tierra y Esperanza refleja abandono y omisión crónica: En medio de los trabajos se colocó una de las tantas vayas que reza "Precaución Obra en Proceso"

La colonia Tierra y Esperanza, uno de los sectores más olvidados de la periferia urbana, un problema que debería haberse solucionado de forma inmediata se ha convertido en un claro ejemplo de la indiferencia institucional y del trato desigual que reciben las colonias populares: el brote de aguas negras, que lleva semanas sin ser atendido de manera integral, continúa afectando a decenas de familias.

Aunque en un primer momento se presentó personal a realizar supuestos trabajos de reparación, la intervención fue, como muchas otras veces, incompleta. Las zanjas siguen abiertas, los malos olores persisten y la insalubridad se extiende con el paso de los días. Las familias viven con la incomodidad constante de tener frente a sus hogares un foco de infección, mientras los señalamientos de "trabajo en proceso" se han convertido en una triste decoración permanente.

El abandono de este tipo de problemáticas no es un hecho aislado, sino una constante que se repite en distintos puntos de la ciudad. Cada vez es más común ver vallas naranjas marcando obras inconclusas, zanjas abiertas que no solo representan un peligro para los peatones, sino también un recordatorio físico de las promesas sin cumplir. La ciudad se ha llenado de advertencias en lugar de soluciones, de cintas plásticas en lugar de concreto, de respuestas evasivas en lugar de acciones eficaces.

Los vecinos de Tierra y Esperanza no solo conviven con las aguas negras, sino también con las consecuencias que estas generan: presencia de insectos, riesgo de enfermedades gastrointestinales y dérmicas, y una calidad de vida cada vez más deteriorada. La dignidad con la que estas familias intentan convivir a pesar de la contaminación es admirable, pero injusta. No se puede hablar de desarrollo urbano si sectores enteros viven como si estuvieran fuera del mapa.

La gravedad del problema no está solamente en el hecho técnico del brote, sino en la normalización del olvido. Cuando una comunidad tiene que convivir durante semanas con aguas residuales frente a su hogar sin obtener una respuesta efectiva, el mensaje es claro: su voz importa menos. Este es un problema que trasciende lo sanitario y se convierte en un asunto de derechos humanos, porque vivir con dignidad incluye el acceso a servicios básicos, la salud pública y el respeto por el entorno en que se habita.

Además, el impacto es particularmente sensible para niños y personas mayores, quienes son los más vulnerables ante las enfermedades que pueden derivarse de esta exposición prolongada a ambientes contaminados. La falta de respuesta oportuna pone en riesgo no solo la salud física, sino también emocional, de las familias que sienten que clamar por ayuda es simplemente gritar al vacío.

Año con año, administración tras administración, se presentan planes para modernizar los sistemas de drenaje, ampliar redes sanitarias y mejorar las condiciones urbanas. Pero en la práctica, estos planes rara vez se reflejan en colonias como Tierra y Esperanza, donde parece que el desarrollo se detuvo hace décadas. Las zanjas abiertas no son solo una muestra de descuido técnico, sino el símbolo tangible de una desigualdad estructural que se sostiene por inacción y olvido.

La ciudadanía ya no quiere más discursos, ni visitas fugaces de funcionarios tomándose fotos frente a un registro abierto. La exigencia es clara: soluciones completas y duraderas. Las obras deben concluirse y las condiciones de salubridad deben restablecerse de inmediato, porque ningún habitante merece vivir en medio de hedores, insectos y aguas pútridas.

La colonia Tierra y Esperanza no pide privilegios, solo pide lo justo: vivir en condiciones mínimas de sanidad, ser escuchada y atendida como cualquier otra parte de la ciudad. Porque mientras existan zonas con este nivel de abandono, no se puede hablar de progreso ni de una ciudad para todos. Se necesita voluntad política, seguimiento real a los trabajos y una visión de equidad que deje de tratar a ciertas colonias como si fueran ciudadanos de segunda categoría.

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