Los primeros dos años de vida de un bebé son fundamentales para el desarrollo cerebral, y la manera en que el cerebro crece durante este período podría anticipar el aprendizaje, la conducta y la salud futura.
Así lo indican expertos de Cedars-Sinai, quienes buscan entender mejor cómo las conexiones cerebrales y la genética influyen en el desarrollo infantil.
“Queremos utilizar técnicas avanzadas de imágenes como una herramienta para detectar desviaciones lo antes posible y así corregirlas para que el desarrollo vuelva a su curso normal”, explicó Wei Gao, director de Investigación en Neuroimagen de Cedars-Sinai y profesor de ciencias biomédicas.
Gao señaló que inicialmente el cerebro del bebé desarrolla las áreas relacionadas con el movimiento y los sentidos, seguidas por las funciones sociales y emocionales.
“El primer año requiere una atención especial al desarrollo socioemocional del bebé”, destacó Gao. “Es fundamental ofrecerle un apoyo sensible para que pueda formar un vínculo seguro con su cuidador, lo cual impacta de manera duradera en sus logros y calidad de vida”.
Junto con su equipo, Gao creó uno de los primeros mapas detallados de las conexiones cerebrales durante la primera infancia. En un nuevo estudio, están siguiendo a más de 7,000 niños desde su nacimiento hasta los 10 años.
Al combinar imágenes cerebrales con datos sobre el entorno y la genética de cada niño, esperan comprender cómo factores como la salud de la madre, la vida familiar o la exposición prenatal a sustancias afectan el desarrollo cerebral.
La Dra. Jane Tavyev Asher, directora de Neurología Pediátrica en el Hospital Pediátrico Cedars-Sinai Guerin, colabora con Gao para investigar cómo las influencias externas moldean el crecimiento del cerebro.
Ella advierte que el tiempo frente a pantallas en los primeros años puede perjudicar el aprendizaje.
“El cerebro está formando sus patrones de comunicación en estos años iniciales, entrenándose para lo que necesitará en el futuro”, explicó Tavyev Asher. “Si un bebé está expuesto a pantallas, su cerebro se adapta para prestar atención a imágenes rápidas y cambiantes, en lugar de los estímulos más lentos del mundo real”.
Pasar demasiado tiempo frente a pantallas desde pequeño podría afectar habilidades posteriores como la lectura y la escritura, añadió.
Por su parte, el Dr. David Rowitch, subdirector de investigación en el Hospital Pediátrico Cedars-Sinai Guerin, estudia cómo los genes influyen en el desarrollo cerebral.
“Casi el 80% de los bebés con una condición genética presentan algún signo neurológico”, explicó Rowitch.
“Esto puede manifestarse como debilidad muscular, convulsiones o anomalías cerebrales visibles en resonancias magnéticas”, añadió. “Es crucial identificar estas condiciones para garantizar un diagnóstico y tratamiento adecuados”.
Las pruebas genéticas actuales pueden analizar el ADN completo de un bebé, con cerca de 3 mil millones de pares de bases, y ofrecer indicios sobre su salud física y mental.
Rowitch destacó que combinar datos genéticos con imágenes cerebrales puede ayudar a los médicos a detectar señales tempranas de problemas y brindar una atención más efectiva.
“Queremos anticipar futuros problemas de salud o neurodesarrollo”, dijo. “Cuanto antes detectemos las alteraciones, más pronto podremos intervenir para mejorar el desarrollo del niño”.
Esto podría incluir preparar mejor a los niños para la escuela y apoyar su aprendizaje y desarrollo a largo plazo.
“Entender cómo la genética influye en la preparación escolar abre nuevas preguntas”, señaló Rowitch. “¿Cómo podemos ayudar a un niño en riesgo a estar listo para la escuela? Si unimos genética, mapeo cerebral y evaluaciones cognitivas, podemos diseñar intervenciones que ayuden a cada niño a alcanzar su máximo potencial”.