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Cómo detectar la vigorexia: señales de alerta en jóvenes obsesionados con entrenar

ENFERMEDADES
Redacción El Tiempo
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Cada vez más adolescentes se ven atrapados por la vigorexia, un trastorno adictivo que convierte el ejercicio en una obsesión por alcanzar un físico perfecto. Reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde 2011 como una adicción conductual, este trastorno se nutre del culto al cuerpo y la presión social exacerbada por las redes sociales.

La vigorexia, también conocida como dismorfia muscular, se caracteriza por una necesidad compulsiva de entrenar de manera excesiva y constante. No se trata simplemente de un gusto por el ejercicio; quienes la sufren pierden el control, intensifican sus rutinas incluso al sentir dolor físico o emocional y anteponen el entrenamiento a su bienestar. El Dr. Michaël Bisch, especialista en adicciones, alerta que “el placer cede paso a la necesidad”.

Un estudio sueco citado por RTL indica que entre el 2,8% y el 3,6% de los adolescentes deportistas presentan síntomas de esta adicción. Aunque las cifras siguen siendo limitadas, los expertos advierten que la vigorexia está subdiagnosticada y afecta principalmente a los varones jóvenes.

La generación más joven se ve atrapada entre la búsqueda de un rendimiento físico y la insatisfacción constante. Maxime y Jules, de 15 y 17 años, asisten regularmente al gimnasio para mejorar su físico y ganar aceptación social. "Queremos tener un buen cuerpo y gustar", afirman. Sin embargo, lo que empieza como una motivación superficial puede transformarse en un ciclo peligroso de insatisfacción continua: "Siempre queremos más".

La vigorexia suele estar relacionada con una percepción distorsionada de la imagen corporal y una baja autoestima. Kara Becker, terapeuta especializada, explica que es una forma de dismorfia muscular, donde la persona tiene una visión alterada de su cuerpo, centrada en ideales de delgadez y musculatura inalcanzables.

El impacto de las redes sociales y el culto al cuerpo agravan el problema, exponiendo a los jóvenes a modelos corporales artificiales, muchas veces creados mediante filtros digitales, asesoría nutricional profesional o el uso de sustancias. Jason Nagata, pediatra especializado en trastornos alimentarios, advierte que esta sobreexposición fomenta la insatisfacción corporal, lo que lleva a algunos jóvenes a consumir suplementos peligrosos o esteroides. El Dr. Hervé Martini enfatiza que estos productos deben estar regulados y contar con certificados como SPORT Protect para evitar riesgos graves.

La vigorexia no solo afecta el aspecto físico; también puede generar aislamiento, ansiedad, insomnio e incluso pensamientos suicidas. Carole, de 49 años, entrena siete horas al día y no puede detenerse. “Es como una droga”, explica. Su adicción afectó su vida personal, llevándola a un divorcio y a alejarse de sus amigos y familiares.

El problema se agrava debido a que la sociedad sigue considerando al deporte como una actividad exclusivamente positiva. Sébastien, profesor de educación física, señala que esta visión impide detectar el trastorno a tiempo, especialmente porque aún no está reconocido oficialmente en las herramientas de diagnóstico hospitalario.

Para prevenir la vigorexia, diversas instituciones están tomando medidas, como el Hospital Universitario de Nantes y el Instituto Federal de Adicciones Conductuales, que promueven cuestionarios de autoevaluación en centros deportivos. La Federación Francesa de Adicciones también está trabajando en campañas educativas dirigidas a escuelas y entrenadores.

El tratamiento de la vigorexia incluye apoyo psicológico, intervención nutricional, ajuste en el ejercicio físico y la recuperación del placer por moverse sin metas obsesivas. El Dr. Bisch concluye que no se trata de abandonar el deporte, sino de romper el ciclo compulsivo que lo convierte en una fuente de sufrimiento.

La vigorexia es un trastorno real que afecta a adolescentes en una etapa crucial de su desarrollo. Hablar sobre el problema, detectarlo a tiempo y brindar apoyo a quienes lo padecen puede ser la clave para convertir una pasión saludable en una actividad dañina.

 
 
 

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