¿Cuándo es el momento clave para renovar tu higiene bucal?

El cepillo de dientes es un objeto tan común que rara vez pensamos en su verdadera importancia o en cuándo debemos reemplazarlo. Sin embargo, mantenerlo en buen estado es esencial para la salud bucal y general, ya que un cepillo desgastado o lleno de bacterias puede convertirse en un riesgo en lugar de un aliado.
Según dentistas y asociaciones odontológicas, lo ideal es cambiar el cepillo cada tres meses. Esta recomendación se debe principalmente al desgaste de las cerdas: con el uso diario, se doblan, deshilachan y pierden rigidez, reduciendo su eficacia para eliminar placa y restos de alimentos, lo que deja los dientes y encías más vulnerables a caries y enfermedades periodontales.
Además del desgaste físico, el cepillo acumula bacterias debido a la humedad que retienen las cerdas, especialmente si se guarda en el baño, un ambiente propicio para microorganismos. Con el tiempo, estas bacterias pueden reintroducirse en la boca, generando problemas de salud.
Hay situaciones que requieren un reemplazo más temprano, como después de resfriados, gripe o infecciones bucales o respiratorias, ya que los gérmenes pueden permanecer en las cerdas y causar reinfecciones. En niños, el cambio debe ser más frecuente, cada dos o tres meses o cuando se note desgaste, ya que suelen morder el cepillo y su sistema inmune está en desarrollo. Lo mismo aplica a los cabezales de cepillos eléctricos.
Ignorar esta recomendación puede provocar acumulación de placa, sarro, gingivitis, periodontitis, caries y mal aliento, afectando incluso la salud general. Para mantener el cepillo en condiciones óptimas, se aconseja enjuagarlo bien tras cada uso, guardarlo en posición vertical y al aire libre para que se seque completamente, evitar tapar las cerdas y separar los cepillos de los distintos miembros de la familia para prevenir contaminación cruzada.
 
 
 
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