Un equipo internacional formado por más de 50 médicos y científicos publicó en The Lancet Diabetes & Endocrinology un informe que propone una redefinición profunda de la obesidad, dejando atrás el uso exclusivo del índice de masa corporal (IMC) como único método diagnóstico.
Esta nueva perspectiva diferencia varios tipos de obesidad y sostiene que no todas las personas con un IMC elevado necesitan tratamiento médico, promoviendo así un enfoque más personalizado y justo.
El documento señala que algunas personas con obesidad pueden tener un metabolismo saludable, por lo que clasificarlas automáticamente como enfermas es incorrecto y puede resultar en tratamientos innecesarios.
Por esta razón, se sugiere dividir la obesidad en dos grupos: “obesidad clínica”, que requiere intervención médica, y “obesidad preclínica”, en la que podrían ser suficientes medidas preventivas y seguimiento.
Uno de los puntos clave del informe es la crítica al IMC, un indicador creado en el siglo XIX que ha sido cuestionado por no reflejar fielmente el estado real de salud. Los expertos indican que, aunque el IMC es útil para estudios en poblaciones, no debería ser el único criterio en la práctica clínica.
En su lugar, proponen incorporar evaluaciones más completas, como el análisis de la distribución y composición corporal, además de otros marcadores metabólicos.
Más de 75 organizaciones profesionales, entre ellas la Asociación Estadounidense del Corazón y la Federación Mundial de Obesidad, apoyan esta nueva propuesta. Sin embargo, su implementación presenta desafíos logísticos, especialmente en centros con recursos limitados. Katherine Saunders, especialista en obesidad, reconoció que integrar estas evaluaciones más complejas puede ser complicado en clínicas generales debido a limitaciones de tiempo e infraestructura.
Francesco Rubino, uno de los autores del informe, planteó una pregunta fundamental: “¿Qué define realmente a una enfermedad?”. Para él, comprender la obesidad desde una visión más científica y menos simplista es crucial, considerando que más de mil millones de personas en el mundo viven con esta condición.
El informe también resalta la necesidad urgente de tecnologías más accesibles para medir la composición corporal y detectar riesgos relacionados con la grasa abdominal, la cual está vinculada a mayores problemas de salud que otros tipos de grasa. Esta personalización ayudaría a mejorar la atención médica en grupos con mayor susceptibilidad a complicaciones metabólicas, como las personas de origen asiático, quienes pueden presentar riesgos a IMC más bajos que los estándares occidentales.
Además, los expertos proponen que quienes tengan obesidad clínica tengan garantizado el acceso a tratamientos médicos como medicamentos o cirugía bariátrica, de la misma forma que se atienden otras enfermedades crónicas. Por otro lado, las personas con obesidad preclínica podrían beneficiarse más de intervenciones preventivas y programas educativos en salud.