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El misterio detrás de las enfermedades que nos acechan en momentos de calma

ENFERMEDADES
Redacción El Tiempo
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Raúl, un hombre de 55 años, dirige un negocio de venta de electrodomésticos del cual depende toda su familia. A pesar de las numerosas presiones que enfrenta —desde problemas familiares como un hijo con adicciones y la responsabilidad de cuidar a un nieto, hasta conflictos laborales con los 40 empleados a su cargo—, Raúl nunca se queja ni expresa su malestar. Carga con todo en silencio, sin pedir ayuda.

En ese contexto, asume el papel de "hombre fuerte", el que siempre resuelve todo. Sin embargo, sus hábitos diarios lo colocan en una situación de alto riesgo cardiovascular. A simple vista, se muestra tranquilo, pero en su interior lleva una carga emocional enorme, lo que también representa un factor de riesgo poco reconocido. Cansado de la presión constante, decide tomarse unas vacaciones.

Pero apenas llega a su destino de descanso, sufre un infarto. ¿Por qué justo en ese momento y no durante los picos de estrés? ¿Por qué el cuerpo se enferma cuando aparentemente todo está en calma? Esta situación plantea una inquietante pregunta: ¿es el cuerpo quien elige cuándo enfermarse, o es la mente quien lo permite al soltar finalmente el control?

Se plantea la existencia de un mecanismo inconsciente que regula cuándo una enfermedad se manifiesta. Como si el organismo esperara a que resolviéramos nuestras responsabilidades para "pasarnos factura" por el desgaste emocional sufrido.

En la práctica médica, es común ver casos donde las personas sufren eventos cardiovasculares justo después de superar una etapa de gran presión emocional o laboral. Cuanto más tiempo se haya acumulado el estrés, más fuerte tiende a ser la reacción del cuerpo cuando finalmente baja la guardia.

Este fenómeno se debe a los mecanismos de defensa del cuerpo activados por el estrés. Cuando se detecta una amenaza —física o emocional—, el organismo concentra toda su energía en sobrevivir y proteger a los seres queridos. Es un sistema eficaz a corto plazo. Pero cuando se prolonga, como en el caso de Raúl, esa “alarma” continua se vuelve dañina. El cuerpo espera a que la mente se relaje para permitir que la enfermedad emerja, como si dijera: “Te di tiempo, pero mientras más te di, más fuerte será el golpe”.

¿Alguna vez te has sentido completamente agotado después de atravesar un momento estresante? Es normal. En esas situaciones, el cuerpo entra en modo de emergencia, utiliza grandes cantidades de energía, y una vez superada la amenaza, llega el colapso físico y mental. Si no hay enfermedades ocultas, lo más probable es que solo aparezca fatiga. Pero si algo latente ya estaba presente, puede activarse justo cuando dejamos de resistir.

En definitiva, el cuerpo no se enferma cuando queremos, sino cuando puede. Durante periodos prolongados de estrés, el organismo pospone las señales de alerta para priorizar la supervivencia. Pero cuando ya no hay amenazas externas, la enfermedad puede manifestarse con toda su fuerza.

Parece existir un sistema interno que, de forma inteligente, determina cuándo enfermarnos. Por eso, es esencial tomar conciencia de esta dinámica y no acumular tensiones emocionales. De lo contrario, damos lugar a que trastornos que parecían dormidos emerjan, impulsados por predisposiciones genéticas o factores ambientales que alteran nuestro equilibrio.

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