El golpe de calor puede desarrollarse de manera muy rápida, desde unos pocos minutos hasta varias horas, lo cual resulta preocupante. Diversos factores ambientales y fisiológicos influyen en la rapidez con la que ocurre este cuadro. Entre ellos, las altas temperaturas y la humedad elevada son determinantes, ya que dificultan que el cuerpo pueda enfriarse adecuadamente mediante la sudoración.
La intensidad del ejercicio físico también es fundamental, pues la actividad vigorosa genera un calor interno adicional que acelera el riesgo de sufrir un golpe de calor, sobre todo si no se adoptan las medidas preventivas necesarias. Además, una hidratación insuficiente representa un factor de riesgo importante, pues limita la capacidad del organismo para regular su temperatura.
Es relevante mencionar que la aclimatación al calor brinda cierta protección. Las personas que no están acostumbradas a temperaturas altas son más susceptibles a sufrir sus efectos negativos. Asimismo, ciertas enfermedades preexistentes y el consumo de algunos medicamentos pueden aumentar la vulnerabilidad al calor extremo.
Los primeros síntomas de un golpe de calor pueden variar. Generalmente, se presentan sudoración excesiva, seguida de fatiga intensa, mareos y una sensación general de debilidad. También pueden aparecer dolor de cabeza, náuseas y confusión o dificultad para mantener la concentración, que son señales de alerta temprana.
Ante la sospecha de un golpe de calor, es crucial buscar atención médica inmediata. Esta condición, también conocida como fiebre térmica o termoplejía, consiste en una elevación severa de la temperatura corporal acompañada de una respuesta inflamatoria general que puede afectar múltiples órganos e incluso causar la muerte. Clínicamente, se identifica por una temperatura corporal superior a 40°C y alteraciones en el estado mental, pudiendo presentarse con o sin sudoración.
El golpe de calor ocurre cuando los mecanismos naturales del cuerpo para mantener la temperatura fallan, causando un aumento crítico de la temperatura interna.
Esta falla desencadena la liberación de sustancias inflamatorias que pueden dañar órganos vitales como el sistema nervioso central, los músculos (provocando rabdomiólisis), el hígado, los riñones, los pulmones (con síndrome de dificultad respiratoria aguda) y el corazón.
También se pueden producir desequilibrios en los niveles de electrolitos, como hiperpotasemia e hipoglucemia, además de activarse la coagulación sanguínea, lo que en casos graves puede derivar en coagulación intravascular diseminada.
Aunque existe cierta controversia en la clasificación del golpe de calor en dos tipos —clásico y por esfuerzo— esta distinción es útil para entender cómo se desarrollan y qué personas están en mayor riesgo.
El golpe de calor clásico suele manifestarse después de varios días expuestos a altas temperaturas, afectando mayormente a adultos mayores, personas sedentarias y quienes no tienen acceso a aire acondicionado, especialmente durante las olas de calor. También puede aparecer rápidamente en niños que quedan atrapados en autos cerrados al sol.
Por otro lado, el golpe de calor por esfuerzo ocurre de manera súbita y afecta a personas jóvenes y activas, como deportistas, reclutas militares o trabajadores en ambientes calurosos. En estos casos, la combinación de actividad física intensa y calor extremo genera una sobrecarga térmica que el cuerpo no logra controlar.