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Este famoso edulcorante aumenta tus ganas de comer

DIETA
Redacción El Tiempo
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Probablemente no lo reconozcas por su nombre, pero la sucralosa es el compuesto que da ese sabor extremadamente dulce a muchos productos light sin aportar apenas calorías (es unas 600 veces más dulce que el azúcar común). Es un edulcorante muy usado en la industria alimentaria y se encuentra en bebidas light, productos para deportistas, chicles, yogures, barritas proteicas y alimentos dietéticos en general.

Distintos estudios han señalado que este y otros edulcorantes podrían tener efectos negativos, como alterar el microbioma intestinal, la respuesta glucémica del cuerpo e incluso el sistema inmune. Hace un par de años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió una guía donde desaconsejaba su uso como herramienta para el control del peso corporal.

Ahora, una nueva investigación revela que, en comparación con el azúcar, la sucralosa activa más intensamente el hipotálamo —zona del cerebro que regula el hambre— y aumenta el apetito, especialmente en personas con obesidad. Además, afecta la conexión del hipotálamo con otras áreas cerebrales relacionadas con la motivación. Este estudio fue publicado en la revista Nature Metabolism.

Aproximadamente la mitad de la población estadounidense consume edulcorantes artificiales regularmente con el objetivo de reducir su consumo calórico. Sin embargo, surge la pregunta: ¿realmente ayudan a controlar el peso? ¿Qué efectos tienen en el organismo y en el cerebro? ¿Varían según la persona? Estas cuestiones fueron planteadas por la doctora Kathleen Alanna Page, autora principal del estudio y directora del Instituto de Investigación de Diabetes y Obesidad de la USC.

El equipo diseñó un experimento aleatorizado para evaluar cómo la sucralosa afecta la actividad cerebral, las hormonas y la sensación de hambre. Aunque estudios previos (principalmente en animales o poblaciones grandes) sugerían una relación entre edulcorantes y obesidad, no habían demostrado directamente su impacto sobre el hambre en humanos.

Gracias a la financiación de los Institutos Nacionales de la Salud, se analizaron los efectos en 75 participantes tras beber 300 ml de agua, una bebida con sucralosa o una bebida con azúcar. Se midieron imágenes cerebrales por resonancia magnética funcional, muestras de sangre y niveles de hambre antes y después de la ingesta. Los resultados mostraron que la sucralosa aumentó el hambre y la actividad del hipotálamo, especialmente en personas con obesidad, y modificó la conectividad del hipotálamo con otras zonas cerebrales. A diferencia del azúcar, la sucralosa no elevó los niveles de hormonas que inducen saciedad.

Según Page, la sucralosa puede “confundir” al cerebro al proporcionar un sabor dulce sin el aporte energético esperado. Esta “desconexión” podría influir a largo plazo en los antojos y en la forma en que el cerebro responde a la comida.

Comparado con el azúcar, la sucralosa aumentó la actividad en el hipotálamo y la sensación de hambre. En comparación con el agua, también activó más el hipotálamo, aunque sin incrementar el apetito. Estos efectos fueron más marcados en personas con obesidad.

También se observó que la sucralosa reforzó la conectividad entre el hipotálamo y áreas del cerebro vinculadas a la motivación y al procesamiento sensorial, como la corteza cingulada anterior, lo que podría repercutir en los antojos o en la conducta alimentaria.

Como era previsible, el consumo de azúcar incrementó los niveles de glucosa y hormonas como la insulina y el GLP-1, que ayudan a reducir el hambre. En cambio, la sucralosa no generó estos efectos hormonales, y las diferencias fueron aún más pronunciadas en personas con obesidad.

Aunque el estudio responde a algunas preguntas clave sobre la respuesta del cuerpo y el cerebro ante la sucralosa, también abre nuevas interrogantes: ¿Qué implicaciones tienen estos cambios a largo plazo? Será necesario realizar estudios de seguimiento para determinar cómo afectan al peso corporal y al comportamiento alimentario.

Además, se encontraron diferencias entre hombres y mujeres: las participantes femeninas presentaron mayores alteraciones en la actividad cerebral, lo que sugiere que la sucralosa puede tener efectos distintos según el sexo.

Actualmente, los investigadores están realizando un nuevo estudio centrado en niños y adolescentes, el grupo que más consume azúcar y edulcorantes. “¿Podrían estos compuestos afectar el desarrollo cerebral de los niños con riesgo de obesidad? Dado que el cerebro está en una etapa vulnerable, este podría ser un momento crucial para intervenir”, concluyó Page.

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