La música ha acompañado a la humanidad a lo largo de su historia, desde las primeras expresiones vocales hasta los sofisticados instrumentos de las antiguas civilizaciones.
Los expertos en historia coinciden en que la música está presente en todas las culturas, y su desarrollo ha sido realmente notable. Desde el himno hurrita, la melodía más antigua conocida, hasta las arpas y flautas utilizadas en la antigua Egipto, la música ha tenido un papel esencial tanto en rituales religiosos como en contextos bélicos. Recientemente, un estudio científico ha confirmado su impacto en el funcionamiento del cerebro.
Investigadores del Hospital Houston Methodist y la Universidad Rice lograron medir cómo la música influye en las conexiones cerebrales. Mediante imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI), analizaron la reacción del cerebro ante distintos tipos de música, tanto familiar como desconocida culturalmente, observando que cada una activa diferentes áreas cerebrales.
Los resultados indicaron que la música conocida y con significado emocional favorece la coordinación y flexibilidad de las redes neuronales, mientras que la música desconocida tiende a alterar esta coordinación.
Este estudio, denominado “Music to My Ears”, forma parte de una investigación más amplia enfocada en la recuperación de pacientes que han sufrido accidentes cerebrovasculares.
Los descubrimientos sugieren que las medidas de modularidad y flexibilidad cerebral podrían aportar nuevas formas de entender funciones neuronales complejas. El Dr. Christof Karmonik señala que “la música genera una conexión emocional positiva en el cerebro”, lo cual podría ser utilizado en terapias de rehabilitación.
Todd Frazier, director del Centro de Medicina de las Artes Escénicas en el Hospital Houston Methodist, explica que muchos estudios previos han servido para entender mejor el potencial terapéutico de la música en la salud.
“Buscamos entender cómo el cerebro responde a la música familiar y a la no familiar”, comenta Frazier. Los resultados iniciales fueron tan prometedores que se extendió la investigación a participantes de diferentes edades y orígenes culturales.
El equipo encontró patrones similares de activación cerebral entre los sujetos, lo que llevó a diseñar sesiones de escucha personalizadas para pacientes con lesiones cerebrovasculares.
Durante 90 días, estos pacientes escucharon música tres veces al día, lo que fortaleció la conectividad cerebral en reposo más que la escucha de audiolibros. Esto demuestra el potencial de la música como una herramienta valiosa en la recuperación clínica.
“Diseñamos un perfil musical personalizado para cada paciente”, detalla Frazier. Las sesiones alternaban entre música emocionalmente familiar y no familiar para estimular la oxigenación en distintas regiones cerebrales. Este método ha mostrado un impacto positivo en la rehabilitación, abriendo nuevas oportunidades para el uso terapéutico de la música en la salud y el rendimiento humano.