Herpes zóster y salud mental: La conexión entre la culebrilla y el bienestar emocional

El herpes zóster, conocido popularmente como culebrilla, es una enfermedad provocada por la reactivación del virus de la varicela-zóster (VVZ), el mismo virus que causa la varicela. Tras la infección inicial de varicela, el virus no desaparece del organismo, sino que permanece inactivo en los ganglios nerviosos sensoriales, a veces durante décadas.
Cuando el sistema inmunológico se debilita debido a la edad, enfermedades, medicamentos inmunosupresores o estrés, el virus puede reactivarse, desplazarse por las fibras nerviosas y provocar una erupción cutánea dolorosa.
Síntomas del herpes zóster
Los primeros síntomas suelen manifestarse como hormigueo, picor, ardor o dolor intenso en una zona específica de la piel, varios días antes de que aparezca la erupción. Posteriormente, surge una franja o parche con ampollas rojas llenas de líquido, generalmente en un solo lado del cuerpo o rostro, siguiendo el trayecto de un nervio (patrón dermatomal).
Estas ampollas se secan y forman costras en aproximadamente 7 a 10 días, y la erupción desaparece en un período de 2 a 4 semanas. El dolor que acompaña puede sentirse punzante, ardiente o como una descarga eléctrica, y suele ser bastante intenso.
¿Es contagioso?
El herpes zóster no se transmite directamente de persona a persona como tal. Sin embargo, una persona con herpes zóster puede contagiar el virus de la varicela-zóster a alguien que nunca haya tenido varicela o no esté vacunado contra ella, a través del contacto directo con el líquido de las ampollas abiertas. En este caso, la persona infectada desarrollará varicela, no herpes zóster. Cuando las ampollas se secan y forman costras, el riesgo de contagio desaparece.
Relación entre herpes zóster y ansiedad
La conexión entre herpes zóster y trastornos como la ansiedad o la depresión es compleja y recíproca. Por un lado, el estrés prolongado y los estados de ansiedad o depresión pueden debilitar el sistema inmunológico. Según expertos, un sistema inmune debilitado es un factor que facilita la reactivación del virus VVZ.
El estrés psicológico continuo puede alterar la respuesta inmune, dificultando que el cuerpo mantenga el virus en estado latente, incrementando así el riesgo de un brote de culebrilla.
Por otro lado, padecer herpes zóster puede resultar muy angustiante y generar o empeorar la ansiedad y depresión. El dolor intenso y a menudo incapacitante, la preocupación por la apariencia de la erupción, la interrupción de las actividades diarias y la posibilidad de complicaciones como la neuralgia postherpética (NPH) afectan profundamente el bienestar emocional.
La NPH, que es un dolor persistente en los nervios que puede durar meses o años tras la desaparición de la erupción, es una causa común de depresión, problemas para dormir y aislamiento social.
Tratamiento
El tratamiento del herpes zóster busca reducir la severidad y duración de la erupción, aliviar el dolor y prevenir complicaciones. Los antivirales son más efectivos si se administran dentro de las primeras 72 horas desde la aparición de la erupción, ayudando a acelerar la recuperación y disminuir el riesgo de neuralgia postherpética.
Para controlar el dolor se usan analgésicos comunes, así como medicamentos más fuertes recetados, incluyendo opioides en casos graves. Para la neuralgia postherpética se pueden prescribir antidepresivos tricíclicos, anticonvulsivos y parches tópicos con lidocaína o capsaicina.
Aunque la mayoría de los casos se resuelven sin problemas graves, la neuralgia postherpética es la complicación más frecuente y debilitante, afectando notablemente la calidad de vida. Otras complicaciones serias, aunque menos comunes, incluyen el herpes zóster oftálmico, que puede dañar el ojo y causar pérdida visual; el síndrome de Ramsay Hunt, que afecta nervios faciales y puede causar parálisis y pérdida auditiva; y en casos muy raros, la diseminación del virus a órganos internos, especialmente en personas con sistemas inmunitarios muy debilitados.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y expertos en salud pública destacan que la vacunación es la mejor estrategia para prevenir el herpes zóster y sus complicaciones, sobre todo en personas mayores. También enfatizan la importancia de un abordaje integral que considere no solo el dolor físico sino también el impacto psicológico.
Detectar a tiempo la enfermedad y comenzar un tratamiento oportuno, junto con apoyo psicológico cuando sea necesario, es clave para reducir la carga de esta afección y mejorar la calidad de vida. Es esencial que los profesionales de la salud estén atentos a signos de ansiedad y depresión en pacientes con herpes zóster y puedan referirlos a especialistas en salud mental si es necesario.
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