Inundada de baches la calle México: un reflejo del abandono vial en Piedras Negras

Ciudadanos expresaron su inconformidad por las situación en la que se encuentra la vialidad.
La calle México, a la altura de la colonia Lázaro Cárdenas, se ha convertido en un auténtico campo minado para los automovilistas. La que alguna vez fue una vía funcional y estratégica para la conectividad urbana, hoy se presenta como un tramo en condiciones deplorables, plagado de baches de diversos tamaños y profundidades que, lejos de ser reparados, parecen multiplicarse con el paso del tiempo y la negligencia.
Esta situación no solo afecta la estética y funcionalidad de la vialidad, sino que representa un riesgo constante para quienes transitan diariamente por ella. Cada bache no es únicamente una irregularidad en el pavimento, sino una amenaza directa a la integridad mecánica de los vehículos, que deben sortear con maniobras evasivas las cavidades para evitar daños en suspensiones, llantas, rines o incluso accidentes de tránsito por pérdida de control.
Los automovilistas que circulan por esta vía enfrentan una experiencia frustrante, con trayectos que se vuelven cada vez más lentos, peligrosos y estresantes. No se trata ya de uno o dos baches esporádicos: es una verdadera inundación de hoyos que hace casi intransitable la calle, generando cuellos de botella y obligando a los conductores a zigzaguear constantemente, con el riesgo de invadir carriles opuestos o atropellar peatones que caminan por banquetas igual de deterioradas.
Lo más preocupante es que la calle México no es una vialidad secundaria o marginal; se trata de una arteria con un alto flujo vehicular, tanto particular como de transporte público y de carga ligera. Es utilizada por trabajadores, estudiantes y familias enteras para llegar a sus destinos diarios. Sin embargo, el deterioro no se ha atendido de manera oportuna ni eficaz, convirtiéndose en símbolo del abandono y el rezago en el mantenimiento urbano.
La falta de intervención ha provocado que, con cada temporada de lluvias, los baches crezcan en número y profundidad, socavando aún más el pavimento y ampliando las zonas dañadas. El agua estancada en ellos oculta su verdadera dimensión, lo que incrementa el riesgo de accidentes para quienes, por necesidad, transitan por esta ruta. Este escenario es el resultado de una acumulación de omisiones, de una política de remiendos que apenas alcanza a tapar emergencias temporales y que deja sin solución de fondo el problema estructural del deterioro vial.
Además de los daños materiales a los vehículos, está el impacto económico que esta situación representa para los ciudadanos. Los constantes gastos en reparaciones —alineaciones, suspensión, cambios de neumáticos, entre otros— se suman a la carga financiera de las familias, especialmente en un contexto económico complicado donde cada peso cuenta. Así, lo que debería ser una obligación mínima de las autoridades en términos de infraestructura, se convierte en una responsabilidad que recae injustamente sobre la población.
Y como si fuera poco, las condiciones actuales también afectan negativamente el flujo comercial y la imagen de la zona. Comercios ubicados sobre o cerca de esta calle ven disminuir el tránsito de clientes que prefieren evitar la molestia y el riesgo de circular por ella. La calle México, en vez de ser una vía que facilite la movilidad y el desarrollo urbano, se ha transformado en un obstáculo que limita la actividad diaria de una comunidad entera.
Esta problemática no es un caso aislado. El mal estado de las vialidades es una constante en muchas colonias de la ciudad, pero lo de la calle México es particularmente alarmante por la magnitud del deterioro y la falta de respuesta efectiva. El abandono de las calles se ha normalizado al punto en que ya no sorprende encontrarse con cráteres sobre el asfalto, pero no por eso debe aceptarse como inevitable.
Detrás de cada bache hay una historia de omisión, de falta de planeación y de negligencia en la asignación de recursos públicos. La infraestructura urbana no puede seguir siendo tratada como un tema secundario cuando incide directamente en la calidad de vida de las personas, su movilidad, su seguridad y su economía.
La calle México merece atención inmediata no como una medida estética o electoral, sino como una respuesta urgente a una necesidad básica de la ciudadanía. No es una exigencia desproporcionada pedir calles transitables y seguras; es, por el contrario, una demanda legítima de quienes pagan impuestos, cumplen con sus obligaciones y esperan un mínimo de funcionalidad en el entorno urbano donde viven y trabajan.
Mientras tanto, el paisaje que ofrece esta arteria es el de una ciudad fragmentada, donde las grietas del pavimento simbolizan también las grietas de una administración desconectada de las verdaderas necesidades ciudadanas. Y aunque la resignación se impone en muchos rincones, aún queda espacio para la exigencia cívica: el clamor por calles dignas no debe apagarse bajo el ruido de las suspensiones rotas ni en el polvo que levantan los autos al esquivar los baches.
Porque en cada bache ignorado se hunde no solo el neumático de un auto, sino la esperanza de una ciudad que funcione.

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