Investigaciones muestran que imaginar encuentros positivos moldea los sentimientos de la vida real

Pensar en una experiencia positiva con otra persona, incluso si nunca ha sucedido, puede hacer que nos caiga mejor, según revela una investigación reciente.
Un estudio publicado el 10 de diciembre en Nature Communications concluyó que el simple hecho de imaginar una interacción agradable con alguien puede modificar la forma en que nos sentimos hacia esa persona, así como la manera en que nuestro cerebro guarda la información relacionada con ella.
“Mostramos que el cerebro es capaz de aprender a partir de experiencias imaginadas, y que este proceso funciona de forma muy similar a cuando aprendemos de vivencias reales”, explicó en un comunicado Roland Benoit, autor principal del estudio y profesor asociado de psicología y neurociencia en la Universidad de Colorado Boulder.
El trabajo, realizado por investigadores de CU Boulder y del Instituto Max Planck en Alemania, incluyó a 50 adultos que participaron en un experimento de neuroimagen. Primero, se pidió a los voluntarios que hicieran una lista de 30 personas conocidas y calificaran cuánto les agradaba cada una. Posteriormente, ya dentro de un escáner de resonancia magnética, se les mostraron los nombres de aquellas personas hacia las que sentían una opinión neutral.
Ante cada nombre, los participantes dedicaban ocho segundos a imaginar un encuentro positivo o negativo. Los resultados fueron contundentes: tras el ejercicio, manifestaron sentir mayor agrado por las personas con las que habían visualizado interacciones positivas.
Las imágenes cerebrales ayudaron a explicar este efecto. Los investigadores observaron la activación del estriado ventral, una región asociada con la recompensa, cuando los participantes imaginaban una experiencia agradable. Esa señal se vinculaba después con la corteza prefrontal dorsomedial, área encargada de almacenar recuerdos sobre individuos concretos.
“Esto ofrece una explicación a nivel neuronal de por qué imaginar con detalle escenarios futuros —como una conversación, una reunión social o una situación difícil— puede influir en nuestra motivación, en lo que evitamos y en las decisiones que tomamos más adelante”, señaló Aroma Dabas, autora principal del estudio, quien realizó esta investigación durante su posgrado en el Instituto Max Planck.
Los especialistas consideran que estos hallazgos podrían servir para fortalecer vínculos personales, disminuir temores y mejorar el desempeño en ámbitos como el deporte o la música. Por ejemplo, visualizar un intercambio positivo con un colega podría facilitar una interacción real posterior.
Sin embargo, la imaginación también puede tener efectos negativos. Las personas con ansiedad o depresión tienden a anticipar desenlaces desfavorables, lo que puede agravar su malestar.
“Basta con imaginarlo para teñir el mundo de negro”, concluyó Benoit.
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