La economía mundial, en alerta por la escalada del conflicto Irán‑Israel

De acuerdo a los economistas el conflicto generará encarecimiento en diversos productos
El estallido del conflicto armado entre Irán e Israel ha encendido las alertas no solo en el ámbito diplomático y geopolítico, sino también en el económico, debido al enorme potencial desestabilizador que este enfrentamiento representa a nivel global. Con el temor latente de que este choque pueda escalar y convertirse en un conflicto de mayor envergadura, incluso con la posibilidad de desencadenar una tercera guerra mundial, los mercados financieros, energéticos y de materias primas han comenzado a registrar movimientos importantes, reflejando la incertidumbre que reina en estos momentos.
Uno de los focos de mayor preocupación en el ámbito económico es el posible cierre del estrecho de Ormuz, un punto estratégico para el comercio energético mundial. Este canal natural es responsable del tránsito de aproximadamente el 20 % del petróleo que se consume diariamente en el planeta, y cualquier interrupción en su operatividad podría provocar una crisis energética con consecuencias de gran alcance. De acuerdo con el economista Héctor Rodríguez, la amenaza de Irán de bloquear este paso como represalia por las acciones militares israelíes es una posibilidad real que no debe subestimarse, ya que sus efectos serían inmediatos y profundos.
Rodríguez explica que en los últimos días, como consecuencia directa de la tensión en Medio Oriente, ya se ha registrado un aumento en los precios de los combustibles en países como Estados Unidos, un indicio de lo que podría convertirse en una tendencia sostenida si el conflicto persiste o se intensifica. Este incremento, advierte, impactará de forma directa a las economías familiares, especialmente a aquellas que dependen en gran medida del transporte privado o que consumen productos derivados del petróleo. Asimismo, el encarecimiento del combustible encadenará un aumento en los costos logísticos y de producción, afectando de forma transversal a todos los sectores económicos.
México, aunque geográficamente alejado del epicentro del conflicto, no será ajeno a sus efectos. Como parte de la economía global, y siendo un país importador de productos energéticos, se verá afectado por el alza en los precios internacionales del petróleo y sus derivados. Esto podría traducirse en un aumento en el costo del gas LP, la gasolina, el diésel y otros insumos esenciales, lo que a su vez disparará la inflación y presionará aún más los bolsillos de las familias mexicanas.
En el ámbito empresarial, la incertidumbre generada por el conflicto ya ha comenzado a alterar las proyecciones para el segundo semestre del año. Algunas compañías han decidido aplazar inversiones o modificar planes de expansión ante la falta de certeza sobre el comportamiento de los mercados. La posibilidad de una desaceleración económica global se vuelve cada vez más palpable, especialmente si la tensión en Oriente Medio se convierte en un conflicto prolongado con participación indirecta o directa de otras potencias.
El comercio internacional también sufrirá alteraciones. Con el estrecho de Ormuz en peligro de cierre y una mayor presencia militar en la región, las rutas marítimas se tornan más riesgosas y costosas, lo que puede provocar retrasos en la entrega de productos, escasez de algunos insumos industriales y, en consecuencia, una menor productividad en varias cadenas de suministro globales. Esto afectaría tanto a países productores como a consumidores, y México, con su economía abierta y dependiente del comercio exterior, sentiría ese golpe.
En paralelo, organizaciones como la ONU y el Fondo Monetario Internacional han comenzado a emitir llamados a la moderación, destacando que la estabilidad económica mundial podría pender de un hilo si no se logra frenar el conflicto a tiempo. Las naciones que integran el G20 han mostrado preocupación por la escalada de violencia, subrayando la necesidad de buscar soluciones diplomáticas que eviten una catástrofe humanitaria y una recesión global.
En cuanto al aspecto energético, algunos países ya se están preparando para escenarios adversos. Estados Unidos ha comenzado a estudiar la liberación de reservas estratégicas de petróleo, mientras que países productores como Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos analizan un posible aumento de la producción para mitigar el alza de precios. Sin embargo, estos esfuerzos podrían ser insuficientes si el conflicto escala y se extiende en el tiempo.
El especialista Héctor Rodríguez reitera que, aunque el conflicto todavía no ha alcanzado su punto más álgido, es necesario que los gobiernos tomen medidas preventivas. En el caso de México, sugiere la implementación de políticas fiscales y monetarias que protejan a las familias más vulnerables ante posibles aumentos de precios, así como incentivos para el sector productivo que le permitan absorber mejor los impactos del encarecimiento de insumos.
En conclusión, el conflicto entre Irán e Israel no es solo un tema geopolítico, sino un fenómeno que amenaza con alterar el equilibrio económico mundial. Las consecuencias no se limitan a una región específica: su impacto será global y multidimensional. El cierre del estrecho de Ormuz, la volatilidad financiera, el aumento en el precio del petróleo y los efectos en la inflación son solo algunas de las consecuencias previsibles. Mientras tanto, el mundo observa con ansiedad, esperando que prevalezca la diplomacia sobre la guerra, y que la economía global pueda resistir una nueva sacudida.
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