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La Entrevista con Alejandro Salinas

Entrevista
Paola Sosa
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“No sabía lo que buscaba, hasta que el viento me trajo aquí”

Los últimos años, Ciudad Acuña se ha convertido en un punto clave para el desarrollo de energía renovable en México, al concentrar el parque eólico más grande del país. Este proyecto ha transformado no solo la economía local, sino las oportunidades laborales para trabajadores de todo el territorio nacional. Uno de ellos es Alejandro Salinas, originario de Zacatecas, quien encontró en el viento un nuevo camino profesional. En esta conversación, comparte los retos, aprendizajes y experiencias detrás de las enormes torres que hoy dominan el horizonte coahuilense.

¿Alejandro, cómo fue que decidiste dejar Zacatecas para trabajar en este parque eólico?

"Fue una decisión impulsada por necesidad y curiosidad. En mi comunidad el trabajo estaba escaso y las oportunidades eran muy limitadas, así que cuando escuché de Acuña y del proyecto eólico, me arriesgué. No conocía la ciudad ni entendía completamente a qué venía, solo sabía que necesitaba intentarlo para aspirar a una vida distinta."

¿Qué fue lo primero que sentiste al ver una torre eólica frente a ti por primera vez?

"Fue como ver un gigante que respira. Imponen por su tamaño, su altura, su movimiento. Yo venía del campo, donde lo más alto es un cerro o un árbol viejo. Aquí sientes que el viento tiene fuerza y sonido propios. Me dio respeto, pero también motivación".

¿Cuál es tu función específica dentro del parque Amistad?

"Estoy en el área técnica de instalación y mantenimiento preventivo. Metemos cableado, revisamos secciones, realizamos pruebas y verificamos la seguridad eléctrica antes de poner en marcha. No es solo fuerza; es precisión, cálculo y coordinación con el equipo".

¿Qué habilidades tuviste que aprender para desempeñar este trabajo?

"Electricidad, operación de maquinaria, protocolos de seguridad y un poco de meteorología. Aquí el viento manda. Hay días en los que el clima te permite trabajar y otros en los que tienes que detenerte. Tuve que aprender a respetar lo que no controlo".

¿Cómo describirías la experiencia de trabajar a decenas de metros de altura?

"Es intensa y a la vez liberadora. Cuando estás arriba, ves la sierra, la ciudad, el paisaje completo. No tienes margen de error, pero sí un sentimiento de logro. No cualquiera sube y se mantiene firme a esa altura".

¿Qué ha sido lo más complicado de adaptarte a la vida en Acuña?

"Dejar atrás las costumbres de mi pueblo, el ritmo tranquilo, la familia cerca. Acuña es rápida, diversa y fronteriza. Pero la necesidad te enseña a adaptarte".

¿Qué opinas de las críticas hacia la energía eólica?

"Creo que falta información. Hay quien dice que estas torres dañan el paisaje o no sirven, pero la realidad es que producen energía sin quemar nada, sin contaminar el aire. El viento pasa de todos modos; aprovecharlo es una decisión inteligente".

¿Hay momentos en que el trabajo te hace reflexionar sobre tu historia personal?

"Sí, especialmente al amanecer. Cuando el viento es frío y todo está en silencio. Pienso en mi familia, en lo que dejé y en lo que quiero construir. Estar aquí me hizo valorar mis raíces y mis posibilidades."

Muchos jóvenes piensan migrar por trabajo. ¿Qué les recomendarías?

"Que se preparen, pero que no les dé miedo. Migrar no significa huir, significa buscar. Este trabajo cansa, exige y prueba, pero también transforma. Las nuevas industrias necesitan manos y mentes decididas".

¿Cuál ha sido tu mayor aprendizaje trabajando con viento, máquinas y altura?

"Humildad. El viento no te pregunta; actúa. Tú te adaptas. La disciplina salva vidas y el compañerismo también. Aquí dependemos unos de otros".

¿Visualizas tu futuro dentro de la energía eólica?

"Sí, totalmente. México apenas está expandiendo estos proyectos y quiero crecer en esta área. Sueño con instruir a otros, construir más parques y seguir aprendiendo. Esta industria apenas comienza y quiero estar dentro".

Finalmente, cuando ves las aspas girando en el horizonte, ¿qué representa eso para ti?

"Representa que mis decisiones me movieron igual que ese viento. Que arriesgarme valió la pena. Que desde Acuña, con viento y trabajo, se pueden construir nuevos destinos. Porque este viento, que muchos creían solo aire fuerte e incómodo, terminó siendo el motor de una de las transformaciones más importantes de mi vida. Llegué creyendo que venía únicamente por un empleo; con el tiempo entendí que estaba llegando a un propósito. Aquí descubrí que las oportunidades no siempre se ven, a veces solo se sienten, como una corriente que te empuja sin que puedas explicar por qué. Cuando observo esas torres gigantes recortando el cielo, no veo metal ni ingeniería únicamente. Veo valentía acumulada, decisiones que me sacaron de mi tierra y de mi zona de confort. Veo a personas como yo, que dejaron algo atrás para construir algo hacia adelante. En cada hélice girando encuentro un ritmo que no se detiene, como la vida misma: si te quedas quieto, te oxidas; si te mueves, generas energía. Trabajar en este parque eólico me enseñó a confiar en lo invisible. El viento no se ve, pero lo mueve todo. Así son los cambios: inciertos, impredecibles, a veces rudos, pero necesarios. Aprendí que los riesgos son como los vientos fuertes: al principio dan miedo, pero si tienes buena estructura  y principios".

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“No espero a que las oportunidades lleguen, las creo con esfuerzo, disciplina y pasión cada día.” A sus 21 años, Manuel Padilla Reyes vive una rutina que para muchos sería imposible, pero para él es simplemente el camino hacia el futuro que quiere construir. Por las mañanas -- leer más

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