La falta de sueño altera el metabolismo y afecta la memoria

Dormir pocas horas afecta mucho más de lo que parece. Una revisión publicada en Science Signaling señala que la falta de sueño provoca cambios metabólicos que impactan a todo el cuerpo, desde el corazón hasta funciones clave del cerebro.
Los expertos explican que esta privación altera la actividad de numerosas células —incluidas las neuronas—, lo que puede perjudicar procesos esenciales como la memoria y la cognición.
Ya se sabía que el insomnio, definido como dormir menos de cinco horas o tener un sueño interrumpido, se relaciona con obesidad, diabetes tipo 2 y enfermedades del corazón. Todas estas afecciones comparten un mismo problema: una alteración en la forma en que el organismo produce y usa la energía.
El nuevo análisis profundiza en esta idea y plantea que, cuando falta sueño, las células destinan su energía solo a funciones básicas de supervivencia, dejando de lado procesos exigentes como la creación de nuevos recuerdos.
Este desajuste desencadena una serie de efectos. Ana Fortuna, de la Unidad del Sueño del Hospital Sant Pau, indica que la privación de descanso afecta la eliminación de glucosa, modifica hormonas relacionadas con la saciedad y favorece la inflamación y el estrés oxidativo. Estos cambios se asocian tanto a riesgos cardiovasculares como a posibles daños neurodegenerativos.
Los autores del estudio, de la Universidad de Saint Joseph, revisaron cómo la falta de sueño afecta los ritmos circadianos y el funcionamiento de células del corazón, el hígado y el sistema nervioso. Ningún sistema queda fuera.
En el cerebro, el sueño cumple un papel de limpieza: elimina toxinas, organiza recuerdos y consolida aprendizajes. Sin un descanso adecuado, ese proceso se desregula y genera un desequilibrio energético en un órgano que consume el 20% del oxígeno y el 25% de la glucosa del cuerpo.
Dado su alto gasto energético, las neuronas son especialmente vulnerables. La falta de sueño dificulta la formación de sinapsis —las conexiones entre células nerviosas—, un fenómeno similar al que se observa en enfermedades como el alzhéimer o el párkinson. Para los autores, el deterioro metabólico, la pérdida de sueño y la neurodegeneración están íntimamente conectados.
Además, trastornos como la apnea o las alteraciones del sueño REM pueden ser señales tempranas de enfermedades neurodegenerativas. En patologías como el alzhéimer y el párkinson, los cambios en el sueño suelen aparecer antes que otros síntomas y se vinculan con mayor gravedad clínica.
Los perfiles metabólicos de estas enfermedades se asemejan a los observados tras una noche sin dormir: más estrés oxidativo, menor producción de energía y fallas en la función mitocondrial.
Otro punto importante es que el sueño perdido no se recupera fácilmente. Estudios en humanos muestran que dos noches de descanso no bastan para restaurar los déficits cognitivos causados por una sola noche sin dormir.
Según María José Martínez Madrid, de la Sociedad Española del Sueño, solo se puede recuperar el sueño de uno o dos días previos, pero no revertir de inmediato el daño metabólico acumulado.
Aunque hay matices, existe consenso en que la falta de sueño es un fuerte desencadenante de alteraciones metabólicas. Para algunos especialistas, incluso podría considerarse un trastorno metabólico en sí mismo. Para otros, es mejor entenderlo como un factor que precipita estos desequilibrios. En cualquier caso, su impacto es amplio: el cuerpo entra en “modo ahorro”, procesa peor la energía y favorece la acumulación de grasa, aumentando el riesgo de obesidad y diabetes tipo 2.
La Sociedad Española de Neurología estima que entre el 20% y el 48% de la población tiene dificultades para dormir. Y aunque aún queda mucho por investigar sobre sus efectos a largo plazo, los expertos coinciden en que el sueño debe cuidarse tanto como otros indicadores de salud, como la glucosa o la presión arterial.
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