La Laguna busca salvar acuífero con un Fondo de Agua

El Fondo no pretende resolverlo todo, pero se ubica en ese punto donde antes se intentó mediar, después construir presas y más.

En La Laguna, hablar de agua es volver siempre al origen de todo: al río Nazas, al subsuelo, a las presas que moldearon la economía y a los conflictos que han marcado a esta región desde hace más de un siglo. Quizá por eso uno de los episodios más elocuentes de su pasado lo protagonizó Francisco I. Madero, quien —antes de intentar unir a una nación— fracasó intentando unir a los laguneros por el agua. "Qué difícil es unir a los laguneros", escribió tras mediar sin éxito entre los usuarios de la parte alta de la cuenca, en Durango, y los de la parte baja, en Coahuila. Dos años después lideraría la Revolución Mexicana.

Hoy, en circunstancias distintas pero con un reto similar, un grupo de empresas, investigadores y actores sociales busca enmendar otra batalla por el agua: la del agotamiento, el deterioro ambiental y la necesidad de usar el recurso bajo criterios de límite, no de abundancia infinita. El Fondo de Agua de la Laguna, dirigido por Edgar Salinas Uribe, nace con una premisa que sintetiza el relevo generacional en el pensamiento ambiental: proteger antes que agotar.

"El paradigma fue durante décadas crecer usando el máximo de recursos posibles. Ahora sabemos que el límite existe", sostiene Salinas. El Fondo se define como una "plataforma de soluciones"; es decir, no un ente que monopoliza respuestas, sino un articulador que financia a quienes las investigan. Y ahí radica la clave de su modelo: conformar un comité científico integrado por especialistas que dictaminan los proyectos a financiar.

Si el pasado de La Laguna se escribió desde el río hacia las presas, el presente se piensa desde las montañas y los bosques, porque nueve de cada diez litros de agua que se consumen en el valle se captan en la cuenca alta, en la región de Santiago Papasquiaro. Por ello, aunque suene lejano para quienes viven en Torreón, la conservación de los bosques a 350 kilómetros define la viabilidad del acuífero bajo sus pies. "Allá nace el río", resume Salinas, sin metáforas. La estrategia es identificar las zonas críticas —donde se capta la mayor parte del escurrimiento— y protegerlas antes de que la degradación sea irreversible.

La iniciativa llega en un momento en el que la historia reaparece como advertencia. A inicios del siglo XX, Francisco I. Madero propuso construir una presa como fórmula para repartir el agua. Décadas después, la cuenca se convirtió en un motor económico primero agrario y luego industrial, sin que el equilibrio ambiental formara parte de la ecuación. Fue el auge del algodón, después la expansión lechera y la agroindustria. El progreso se entendía como extraer, desviar y controlar el agua. El pensamiento ecológico no llegaría sino hasta los años setenta.

Hoy, cuando las presas ya no garantizan seguridad hídrica y los acuíferos registran niveles críticos, el reto es restaurar y sostener. El Fondo de Agua de la Laguna apuesta por compromisos multianuales porque el daño es acumulativo y la reparación también debe serlo. En la cuenca media, en zonas como el Cañón de Fernández, la agenda incluye biodiversidad, infiltración y convivencia social con los ríos que aún corren.

La pregunta que sobrevuela es política, pero también cultural: ¿puede una región que creció gracias al agua reinventarse para conservarla? Salinas Uribe lo formula de otra manera: "No es opción seguir igual". El Fondo no pretende resolverlo todo, pero se ubica en ese punto donde antes se intentó mediar, después construir presas y más tarde denunciar. Ahora se ensaya algo distinto: unir a los laguneros no por el uso, sino por la preservación. Porque el laboratorio que unió a un país quizá deba volver a ensayar, esta vez, para salvar a una cuenca, reflexiona el entrevistado.

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