La obesidad más severa en la infancia se triplicó en 15 años

Durante las últimas décadas, la obesidad infantil ha aumentado de forma constante, cuadruplicándose entre 1990 y 2022. Sin embargo, un estudio reciente publicado el 16 de julio en JAMA Network Open pone especial atención en una forma más grave: la obesidad extremadamente severa, una categoría que hasta ahora no se había definido con claridad en los registros de salud pública.
Este estudio, encabezado por investigadores de la Universidad de California en San Diego, propone una nueva forma de clasificar la obesidad en menores, con el fin de identificar de forma más precisa los riesgos que enfrentan aquellos con un índice de masa corporal (IMC) significativamente elevado.
Tradicionalmente, se consideraba que un niño tenía obesidad si su IMC estaba por encima del percentil 95 en comparación con otros niños de su misma edad y sexo. Se utilizaban tres categorías: clase 1 (IMC ≥ percentil 95), clase 2 (≥ 120 % del percentil 95) y clase 3 (≥ 140 % del percentil 95).
El nuevo estudio sugiere incorporar dos clases adicionales: clase 4 (IMC entre 160 % y 180 % del percentil 95) y clase 5 (IMC superior al 180 % del percentil 95). Esta ampliación permitiría una evaluación más exacta de los riesgos sanitarios asociados.
Un crecimiento alarmante del 253 %
La investigación se basó en los datos de 25,847 menores de entre 2 y 18 años que participaron en la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (NHANES) entre 2008 y 2023. Los resultados revelan que los casos de obesidad extremadamente severa aumentaron del 0.32 % al 1.13 %, lo que representa un crecimiento del 253 % en 15 años. El incremento fue especialmente notable en adolescentes de 16 a 18 años y en jóvenes afroamericanos no hispanos, en quienes la prevalencia alcanzó el 2.04 % entre 2020 y 2023.
Riesgos elevados de enfermedades graves
Conforme aumenta la gravedad de la obesidad, también lo hace la posibilidad de desarrollar enfermedades crónicas. Los niños clasificados en las clases 4 y 5 presentaron un riesgo siete veces mayor de padecer enfermedad hepática grasa (MASLD), una afección que puede evolucionar hacia la cirrosis o el cáncer hepático.
Además, los menores con obesidad extremadamente severa tenían cinco veces más probabilidades de desarrollar prediabetes o diabetes tipo 2, y ocho veces más riesgo de experimentar una resistencia severa a la insulina. En estos casos, el 100 % de los participantes mostró este trastorno, en contraste con el 81 % en clases 1 a 3, y el 27 % entre quienes no tenían obesidad.
Prácticamente la mitad de los niños con obesidad extrema tenía diagnóstico de diabetes o prediabetes, y el 85 % sufría de enfermedad hepática grasa relacionada con disfunciones metabólicas. Estos datos revelan una clara relación entre esta forma grave de obesidad y diversas complicaciones cardiovasculares.
Síndrome metabólico y presión alta en niños
El impacto cardiovascular también fue notable. Más del 50 % de los niños y adolescentes con obesidad clase 4 o 5 cumplían los criterios para ser diagnosticados con síndrome metabólico, un conjunto de factores de riesgo que incluye hipertensión, altos niveles de triglicéridos, colesterol HDL bajo y aumento del perímetro abdominal.
Estas condiciones, comunes en adultos, ahora se detectan a edades tempranas, lo que complica el panorama futuro. Según los autores, aunque la obesidad infantil ya representa una emergencia sanitaria en Estados Unidos, este estudio visibiliza un segmento de casos aún más graves que apenas comenzaban a ser contabilizados.
El estudio también mostró que la obesidad extremadamente severa es más común en varones que en mujeres y se da con mayor frecuencia en afroamericanos no hispanos y en niños mexicano-estadounidenses que en blancos no hispanos. Estas diferencias evidencian desigualdades sociales que dificultan aún más la intervención eficaz.
Un llamado urgente a intervenir
Los investigadores señalan que estos resultados deberían generar un cambio en las estrategias de atención médica. Dada la fuerte relación entre la obesidad extremadamente severa y las complicaciones metabólicas y cardiovasculares, se requiere actuar de forma inmediata, promoviendo la prevención temprana, la educación alimentaria y la asignación de recursos.
También recomiendan que los menores con obesidad en clases 4 y 5 sean prioridad para recibir tratamientos médicos especializados, como medicamentos para perder peso, si las medidas de estilo de vida no bastan. Consideran que intervenir médicamente en estos casos tendría un impacto significativo en salud y longevidad.
Respaldado por uno de los registros más amplios y representativos sobre salud infantil en Estados Unidos, este estudio revela que la obesidad extrema en niños ya no puede verse como una rareza, sino como un problema estructural que exige respuestas urgentes desde los sistemas de salud y las políticas públicas.
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