Aunque la tuberculosis (TB) podría parecer una enfermedad del pasado, un estudio reciente sugiere que la pandemia de COVID-19 podría haber fortalecido esta amenaza infecciosa.
Actualmente, la mayoría de los casos de tuberculosis se presentan en las prisiones, donde la transmisión entre los reclusos es más probable debido a los espacios cerrados en los que viven, según los investigadores. Sin embargo, durante la pandemia, los diagnósticos de tuberculosis cayeron drásticamente en las cárceles, no porque la enfermedad hubiera disminuido, sino porque las autoridades no lograron detectarla, afirman los expertos.
Amy Zheng, investigadora principal, destacó que la falta de diagnóstico en poblaciones de alto riesgo como los reclusos incrementa el riesgo de transmisión, tanto dentro de las prisiones como hacia las comunidades cuando los presos son liberados.
El tema cobró relevancia la semana pasada con la confirmación de un nuevo caso de tuberculosis en la escuela secundaria Waukegan High School, cerca de Chicago. Las autoridades de salud pública indicaron que el afectado, aún sin especificar si es un adulto o estudiante, está aislado y recibiendo tratamiento.
La tuberculosis es una enfermedad grave que se transmite por el aire cuando una persona infectada respira, tose o habla. Aunque usualmente afecta los pulmones, puede extenderse a otras partes del cuerpo, como la columna, el cerebro, el hígado o los riñones. Si no se trata, puede ser fatal.
Investigaciones previas han señalado que los reclusos tienen un riesgo 10 veces mayor de contraer tuberculosis que la población general. No obstante, los informes de tuberculosis en las cárceles de Europa y Estados Unidos disminuyeron durante la pandemia.
El estudio examinó datos sobre la tuberculosis en casi 5 millones de personas encarceladas en 47 países de Europa y América entre 2010 y 2022, que representan alrededor del 42% de la población carcelaria global. Los casos de tuberculosis disminuyeron hasta un 100% en América Central y del Norte en 2021 y casi un 87% en Europa Occidental en 2022, a pesar de que los niveles de encarcelamiento se mantuvieron estables.
Esto sugiere que muchos casos no fueron detectados, posiblemente debido a la falta de capacidad para realizar pruebas en las prisiones durante la pandemia. Los países que experimentaron mayores disminuciones en los diagnósticos incluyen Eslovaquia, El Salvador, Bulgaria, Bélgica, Azerbaiyán, Armenia, República Checa, Rumania, Uruguay y Ucrania.
El impacto de la pandemia también se ve reflejado en la reducción de fondos para la respuesta global a la tuberculosis, particularmente debido a los recortes de la Administración Trump en la Agencia de EE. UU. para el Desarrollo Internacional (USAID). Estos recortes están afectando gravemente los esfuerzos por controlar la tuberculosis a nivel mundial, lo que podría revertir el progreso logrado en las últimas décadas.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los esfuerzos globales contra la tuberculosis han salvado alrededor de 79 millones de vidas desde el año 2000. Leonardo Martínez, investigador sénior del estudio, advirtió que los recortes en la financiación podrían socavar significativamente estos avances, afectando especialmente el control de la tuberculosis en las prisiones.
El investigador Zheng también señaló que, debido a estos recortes, ya no parece factible alcanzar el objetivo global de erradicar la tuberculosis para 2030. Por ello, se necesita un esfuerzo global renovado para establecer objetivos realistas y buscar nuevas fuentes de financiación para lograr estos fines.