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Nuevos aranceles a productos con acero y aluminio

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Agencias / El Tiempo
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Estados Unidos amplía sus aranceles al 50% a cientos de productos que contienen acero y aluminio, desde maquinaria hasta bienes de consumo.

 La administración del presidente Joe Biden amplió significativamente el alcance de los aranceles comerciales sobre el acero y el aluminio, una medida que impactará directamente a cientos de productos manufacturados que utilizan estos materiales, desde sillas para bebés y muebles hasta turbinas eólicas y maquinaria pesada.

La Oficina de Industria y Seguridad (BIS), dependiente del Departamento de Comercio, informó el martes mediante una publicación en el Registro Federal que ha añadido 407 categorías de mercancías a las listas de artículos considerados oficialmente "productos derivados" del acero y el aluminio. Esta decisión, que entró en vigor el lunes, significa que el arancel del 50% que ya pesaba sobre la importación de estos metales en forma bruta se aplicará ahora también al contenido de acero y aluminio presente en estos bienes terminados.

¿Qué productos se ven afectados por los nuevos aranceles?

La lista de productos incorporados es extensa y abarca sectores muy diversos. Según el comunicado oficial del Departamento de Comercio, la acción "abarca turbinas de viento y sus partes y componentes; grúas móviles, bulldozers y otras maquinarias pesadas; vagones, muebles, compresores y bombas". La medida afecta a bienes de capital esenciales para la industria y la construcción, pero también toca productos de consumo.

Entre los artículos específicos mencionados en la normativa se encuentran cunas y sillas altas para niños, estanterías metálicas, horquillas elevadoras, prensas hidráulicas y una amplia gama de herramientas. Esta ampliación busca tapar un vacío legal que, según las autoridades, permitía a los importadores eludir los aranceles originales introduciendo los metales en forma de productos semiacabados o terminados.

El objetivo declarado: proteger la industria nacional y cerrar "vías de evasión"

El fundamento de esta política se remonta a la era Trump, pero es la administración actual quien la ejecuta y amplía. En 2018, el entonces presidente Donald Trump impuso aranceles globales del 25% sobre el acero y del 10% sobre el aluminio, citando preocupaciones de seguridad nacional bajo el Artículo 232 de la Ley de Expansión Comercial de 1962. Estas medidas, extremadamente controvertidas y enfrentadas con socios comerciales clave, tenían como objetivo declarado revitalizar las industrias metalúrgicas estadounidenses.

Jeffrey Kessler, subsecretario de Comercio para la Industria y la Seguridad, justificó la ampliación argumentando que "la acción de hoy cierra vías para la evasión" de los aranceles existentes. Al reiterar el objetivo central de la política, Kessler afirmó que esto es crucial para "impulsar las industrias del acero y el aluminio de Estados Unidos" y asegurar su viabilidad a largo plazo para la defensa nacional y la infraestructura crítica.

Una escalada arancelaria con profundas raíces políticas

Aunque la medida fue implementada esta semana por el Departamento de Comercio de Biden, su origen se encuentra en una directiva del expresidente Trump. En junio, durante su campaña electoral y como parte de una agenda comercial agresiva, Trump prometió y luego firmó una proclamación que duplicaba los aranceles del Artículo 232, elevándolos del 25% al 50% para el acero y del 10% al 25% para el aluminio, aplicables a la mayoría de las naciones, incluidos la Unión Europea y Reino Unido.

La administración Biden, si bien ha mantenido un tono diferente en otros aspectos de la política comercial, ha optado por no desmantelar estos aranceles y, en cambio, ha decidido reforzarlos ampliando su alcance. Esta postra refleja una continuidad en la política de proteccionismo económico y el uso de herramientas arancelarias como palanca para la reeindustrialización de sectores estratégicos, una preocupación bipartidista en Washington.

¿Cómo afectarán estos aranceles a los precios y a la economía?

La gran pregunta para consumidores e industrias es cuál será el impacto real en los precios. Hasta la fecha, el efecto inflacionario directo de las rondas anteriores de aranceles ha sido limitado, según análisis de la Reserva Federal y varios economistas. Muchas empresas absorbieron inicialmente los costos, buscaron proveedores alternativos o adelantaron compras para evitar los gravámenes.

Sin embargo, los analistas advierten que esta ampliación masiva, que afecta a productos terminados con los que el público interactúa directamente, aumenta significativamente la presión sobre las cadenas de suministro"Es poco probable que importadores y minoristas sean capaces de aguantar esos costos de manera indefinida", señalan los expertos. La lógica económica sugiere que, eventualmente, una parte sustancial de estos costos adicionales se trasladará a los precios finales al consumidor.

El debate entre economistas sobre el impacto inflacionario final está abierto. Algunos argumentan que será un efecto puntual y manejable dentro de la dinámica general de precios. Otros, más cautelosos, temen que estas medidas, combinadas con otras tensiones geopolíticas, contribuyan a efectos más persistentes en la inflación, encareciendo bienes de equipo necesarios para la transición energética (como las turbinas eólicas) y productos de consumo diario.

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