Obsesión por las calorías: así se manifiesta la permarexia y por qué es peligrosa

Durante mucho tiempo, la idea de “comer sano” se ha visto como un signo de autocontrol y bienestar. Sin embargo, detrás del auge de las dietas bajas en calorías y del estilo de vida fitness está apareciendo un fenómeno menos visible: personas que permanecen en una vigilancia constante sobre todo lo que consumen.
Ese comportamiento, que puede parecer dedicación o disciplina extrema, tiene un nombre cada vez más mencionado por especialistas en salud mental: permarexia.
Aunque este trastorno alimentario no está registrado en los manuales diagnósticos formales, profesionales de la psicología, nutrición y organizaciones de salud advierten que sus efectos pueden ser tan serios como los de otros desórdenes de la conducta alimentaria.
La obsesión por consumir únicamente alimentos saludables, muy bajos en calorías y “aprobados” termina afectando el estado de ánimo, la rutina cotidiana e incluso la identidad de la persona.
Una obsesión disfrazada de vida sana
La permarexia —palabra que combina “perma” (permanente) y “rexia” (apetito)— describe una vigilancia constante y extrema sobre la alimentación. La Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte la define como una fijación continua por las calorías y por mantener un cuerpo delgado, lo cual suele llevar a probar numerosas dietas restrictivas cuyo único objetivo es no aumentar de peso.
En muchos casos, todo inicia de manera inocente, con el deseo de “mejorar los hábitos”. Pero conforme se endurecen las prohibiciones, la persona entra en un ciclo de culpa, miedo y control difícil de romper.
La línea entre este trastorno y otros similares es tenue. Expertos advierten que la permarexia puede convertirse en anorexia nerviosa, bulimia u ortorexia, poniendo en riesgo tanto la salud física como la emocional.
Cuando las calorías toman el control
Detectar este problema es complicado porque la búsqueda de una alimentación saludable suele ser aplaudida socialmente, lo que permite que la permarexia pase desapercibida. No obstante, existen señales que indican que el comportamiento ha dejado de ser sano:
Contar calorías obsesivamente. Las etiquetas nutricionales se convierten en una lectura obligatoria y cualquier alimento fuera de lo previsto genera ansiedad.
Mantener dietas muy restrictivas de forma constante, sin supervisión profesional, comprometiendo los niveles de energía y nutrientes.
Eliminar grupos completos de alimentos, como grasas saludables, carbohidratos complejos o proteínas, por miedo a engordar.
Depender emocionalmente del número en la báscula; una mínima variación puede provocar culpa, tristeza o conductas extremas.
Usar productos para adelgazar de manera habitual —laxantes, diuréticos o suplementos— con riesgos importantes para la salud.
¿Qué origina la permarexia?
Como otros trastornos alimentarios, su origen es múltiple. Psicólogos y nutriólogos coinciden en que la permarexia surge por una combinación de factores biológicos, emocionales y socioculturales. Entre ellos destacan:
Baja autoestima y tendencia a valorar el cuerpo como principal indicador de valía personal.
Malestar con la propia imagen, reforzado por redes sociales y estándares estéticos inalcanzables.
Rasgos obsesivos que fomentan un control rígido de la comida.
Inestabilidad emocional, donde la alimentación se usa como vía para manejar ansiedad o miedo.
Presión social, sobre todo en ambientes donde la delgadez se interpreta como éxito o disciplina.
El camino hacia la recuperación
Para tratar la permarexia se necesita un enfoque especializado y multidisciplinario. La terapia cognitivo-conductual ayuda a corregir ideas distorsionadas sobre el cuerpo y la comida, mientras que la asesoría nutricional permite recuperar una relación equilibrada con los alimentos sin temor a ellos. Cuando existen daños físicos, la supervisión médica resulta fundamental.
La detección temprana es esencial para evitar que el problema progrese hacia trastornos alimentarios más severos. Llevar una vida saludable significa equilibrio, no perfección. Cuando la intención de “comer bien” se convierte en una lucha permanente contra las calorías, tanto la salud mental como la física se ven afectadas.
La permarexia demuestra que incluso hábitos socialmente admirados pueden volverse perjudiciales cuando surgen del miedo y no del autocuidado. Si alguien cercano muestra señales de obsesión con el peso, las dietas o la “comida limpia”, buscar apoyo profesional puede hacer una gran diferencia.
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