Sentir picazón, ardor o una sensación incómoda como arena en los ojos es algo común en personas de todas las edades. Sin embargo, muchas veces no se reconoce que estos signos pueden indicar ojo seco, una condición ocular que, aunque a menudo se minimiza, afecta considerablemente la calidad de vida.
El origen del ojo seco no siempre es claro; puede estar relacionado con factores como cambios hormonales, el uso prolongado de pantallas o ciertos medicamentos. Según la Clínica Mayo, además de causar molestias, esta afección puede afectar la visión si no se atiende a tiempo.
El ojo seco ocurre cuando las lágrimas no lubrican adecuadamente los ojos, ya sea por producirse en poca cantidad, tener mala calidad o evaporarse rápidamente.
Entre los síntomas frecuentes están la sensación de ardor, enrojecimiento, visión borrosa, sensibilidad a la luz, sensación de cuerpo extraño y dificultad para manejar de noche. Esta condición es más común en personas mayores de 50 años y en mujeres, sobre todo después de la menopausia.
Las causas más habituales incluyen cambios hormonales, especialmente en mujeres embarazadas, menopáusicas o que usan anticonceptivos, así como enfermedades autoinmunes como el síndrome de Sjögren, lupus y artritis reumatoide. Además, ciertos medicamentos (antihistamínicos, antidepresivos, anticonceptivos orales, betabloqueantes, diuréticos), el uso prolongado de lentes de contacto y la exposición a ambientes secos o con aire acondicionado aumentan el riesgo.
Cirugías oculares con láser, como LASIK, pueden afectar temporalmente la sensibilidad de la córnea y la producción de lágrimas. También, problemas como la blefaritis o disfunción de las glándulas de Meibomio contribuyen a la rápida evaporación de las lágrimas.
La Dra. Ashley Brissette, de la Academia Americana de Oftalmología, señala que la disminución del estrógeno tras la menopausia reduce tanto la cantidad como la calidad de las lágrimas, incrementando el riesgo de ojo seco en mujeres, pues afecta la función de las glándulas de Meibomio, clave para mantener la película lagrimal.
El diagnóstico se realiza mediante un examen oftalmológico que evalúa la cantidad y calidad lagrimal, y el tratamiento varía según la causa y gravedad. Las opciones más comunes son pomadas lubricantes para la noche, gotas recetadas que reducen inflamación o estimulan la producción de lágrimas, y tapones lagrimales que impiden el drenaje para mantener la humedad.
Además, aplicar compresas tibias, limpiar los párpados diariamente y mantenerse hidratado ayudan a aliviar los síntomas. En casos más graves, pueden usarse terapias como luz pulsada intensa, dispositivos térmicos o incluso cirugía.
Algunos tratamientos en consulta, como la expresión de glándulas de Meibomio o la terapia térmica pulsada, brindan alivio prolongado, especialmente en disfunciones glandulares. También se emplean gotas para restaurar la superficie ocular y disminuir la inflamación.
Para prevenir el ojo seco, se recomienda evitar exposición prolongada al viento o aire seco, usar gafas protectoras al aire libre, parpadear con frecuencia al usar pantallas y mantener una buena hidratación. Una dieta rica en ácidos grasos omega-3 (pescados, semillas de chía o linaza) también puede mejorar la calidad lagrimal. Es importante evitar medicamentos que resequen los ojos, siempre con supervisión médica.
Consultar al oftalmólogo ante síntomas persistentes permite un tratamiento personalizado, considerando el estilo de vida, antecedentes y gravedad. La intervención temprana es crucial para evitar complicaciones y proteger la visión a largo plazo.
Aunque el ojo seco es común, no debe subestimarse. Con diagnóstico adecuado y un enfoque integral, es posible aliviar sus síntomas y cuidar la salud ocular eficazmente.