¿Por qué da pereza hacer ejercicio físico? La explicación de los biólogos de Harvard

Todos los especialistas coinciden en que realizar actividad física de forma regular es fundamental para mantener una buena salud y prevenir diversas enfermedades.
Por ejemplo, vacunarse contra la gripe ayuda a disminuir el riesgo de hospitalización por neumonía en adultos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los adultos deberían dedicar al menos 150 minutos a la semana a ejercicios moderados, o 75 minutos a actividades más intensas.
A pesar de ello, muchas veces nos falta la motivación necesaria para seguir estas recomendaciones, y siempre aparece alguna excusa que nos aleja de adoptar un hábito que solo aporta beneficios tanto al cuerpo como a la mente.
Un estudio del biólogo evolutivo Daniel E. Lieberman, de Harvard, señala que el ejercicio no es un comportamiento para el cual los humanos estemos biológicamente preparados. En su libro Exercised, explica que la actividad física voluntaria para mantener la salud es un fenómeno reciente en nuestra evolución.
Durante la mayor parte de la historia, el movimiento ocurría por necesidad inmediata o por actividades sociales como cazar, bailar o jugar. Por eso, hoy en día, sentir resistencia a hacer ejercicio solo por bienestar físico es una reacción natural.
Lieberman comenta que gastar energía en actividades físicas innecesarias era contraproducente para nuestros antepasados, y que esa herencia explica por qué a menudo preferimos evitar el esfuerzo. En su experiencia personal, reconoce que incluso él se siente reacio a ejercitarse, pero que la clave está en superar esa resistencia siendo amables con uno mismo.
Actualmente, solo una cuarta parte de los adultos estadounidenses realiza actividad física en su tiempo libre. Esto se debe, según Lieberman, a un instinto profundo de evitar gastos energéticos innecesarios, y entender este impulso es el primer paso para combatirlo.
Además, un estudio reciente de Harvard indica que hoy los estadounidenses hacen en promedio media hora menos de actividad física diaria que en el siglo XIX, un cambio atribuido en gran parte a la tecnología. El uso de coches, máquinas y otros avances ha sustituido muchos movimientos que antes hacíamos cotidianamente.
Esta disminución de la actividad física ha contribuido a una reducción del metabolismo en reposo y se ha relacionado con el aumento de enfermedades crónicas como diabetes tipo 2, problemas cardiovasculares y Alzheimer.
Para Lieberman, el ejercicio no debe ser visto como una carga, sino que puede integrarse en actividades sociales o necesarias para hacer más fácil superar la resistencia natural que sentimos.
Por último, destaca que no evolucionamos para realizar esfuerzos extremos como correr maratones o levantar grandes pesos, sino que incluso con niveles moderados y cortos de ejercicio, como 21 minutos diarios cinco veces por semana, se puede reducir la mortalidad en un 50 %. Estos beneficios aumentan con la edad, desmintiendo la idea común de que después de cierta edad es normal volverse sedentario.
Asimismo, aunque correr puede ocasionar lesiones, la mayoría se previenen con una buena técnica y fortalecimiento, y no existe evidencia científica que lo relacione con la aparición de artrosis; por el contrario, puede proteger las articulaciones.
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