Precios accesibles disparan la venta de motocicletas y desafían la movilidad urbana
A raíz de lo que ofrece el comercio a crecido la circulación de las motos en la ciudad utilizadas para uso personal o trabajo.

En los últimos años, la ciudad ha experimentado una creciente presencia de motocicletas que, aunque representan una alternativa económica de movilidad, también han traído consigo diversos desafíos en materia de vialidad y seguridad. Esta proliferación no es casualidad. Se trata de una tendencia que ha sido impulsada por los precios accesibles en tiendas departamentales, que permiten a prácticamente cualquier persona adquirir una motocicleta sin grandes complicaciones financieras.
Durante un recorrido realizado por estos establecimientos comerciales, se constató que una de las motocicletas más económicas puede adquirirse por un precio aproximado de 15 mil pesos en pago de contado. Sin embargo, la opción que más atrae a los compradores es el crédito. Las tiendas ofrecen facilidades de pago que incluyen abonos semanales de 250 pesos por un plazo de hasta 140 semanas. Este esquema de financiamiento, sumado al bajo consumo de gasolina que caracteriza a estos vehículos, los convierte en una herramienta muy atractiva para quienes buscan un medio de transporte práctico y de bajo costo, especialmente en un contexto económico desafiante.
No obstante, el crecimiento desmedido en el número de motocicletas ha generado complicaciones en la dinámica vial de la ciudad. El tráfico se ha visto afectado y los accidentes han aumentado de manera significativa. Muchos de estos percances son protagonizados por personas que adquieren las motocicletas sin conocimientos básicos de manejo, sin licencia o sin respetar el reglamento de tránsito, lo que representa un peligro tanto para ellos como para otros conductores y peatones.
Juan Salgueiro, líder de un grupo de motociclistas en la ciudad, señaló que dentro de los clubes formales de motociclistas, los accidentes son poco frecuentes, ya que sus integrantes cuentan con mayor experiencia, conocimientos en seguridad vial y suelen portar el equipo adecuado. En contraste, explicó que los incidentes viales ocurren principalmente entre personas que utilizan la motocicleta como herramienta de trabajo, particularmente los repartidores independientes, quienes en muchas ocasiones no han recibido ningún tipo de capacitación formal y utilizan estos vehículos por necesidad y no por afición.
En este sentido, la motocicleta ha dejado de ser vista únicamente como un medio de transporte recreativo o de uso ocasional. Hoy en día es una herramienta de trabajo fundamental para cientos de personas, especialmente en sectores como el de la mensajería, el reparto de comida, o incluso como transporte diario hacia centros de trabajo ubicados en zonas alejadas. Este fenómeno responde a las condiciones actuales del mercado laboral y la necesidad de movilidad eficiente, pero ha generado una situación que exige respuestas urgentes por parte de las autoridades y de la sociedad en general.
Como una forma de enfrentar este reto, algunos clubes de motociclistas y organizaciones civiles han comenzado a implementar cursos de manejo defensivo y a promover la difusión del reglamento de tránsito entre los nuevos usuarios. Estas iniciativas buscan generar conciencia sobre la importancia de respetar las normas viales y de utilizar el equipo de protección necesario, como cascos certificados, guantes, chaquetas especiales y luces reglamentarias. No obstante, estas acciones aún resultan insuficientes ante la magnitud del fenómeno.
Es evidente que las condiciones actuales de accesibilidad financiera para la adquisición de motocicletas deben ir acompañadas de una estrategia más robusta en materia de educación vial, regulación y control. Comprar una motocicleta con pagos de 250 pesos a la semana puede ser sencillo, pero circular en una ciudad con una creciente complejidad vial exige más que eso. Se requiere preparación, responsabilidad y, sobre todo, una política pública que articule a los distintos actores involucrados: comercios, autoridades municipales, estatales, organizaciones civiles, y los propios usuarios.
El aumento de motocicletas no tiene por qué convertirse en un problema si se gestiona adecuadamente. Es posible integrar este medio de transporte a la dinámica urbana de manera ordenada, siempre y cuando se implementen medidas claras que favorezcan la seguridad, tanto de quienes conducen una moto como de quienes comparten el espacio vial con ellas. Esto implica crear más espacios de estacionamiento adecuados, carriles preferenciales, campañas permanentes de concientización, y exigir que quienes adquieran una motocicleta reciban al menos una capacitación básica.
Finalmente, vale la pena reflexionar sobre la responsabilidad compartida que este fenómeno implica. Las tiendas que promueven las motocicletas como productos de fácil adquisición deben también informar sobre los riesgos y obligaciones que conlleva conducirlas. Las autoridades deben reforzar los operativos de revisión, exigir licencias y promover cursos accesibles. Y los usuarios, por su parte, deben asumir el compromiso de respetar las normas de tránsito y conducir de forma responsable.
La motocicleta seguirá siendo una opción de movilidad popular por su bajo costo y practicidad. Sin embargo, su crecimiento descontrolado puede seguir contribuyendo al caos vial y al aumento de los accidentes si no se toman acciones concretas. Se trata de una oportunidad para reorganizar la movilidad urbana con un enfoque más justo, más seguro y más consciente de la nueva realidad que se vive en las calles.
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