Presión baja repentina: cómo reconocerla y actuar a tiempo para salvar vidas

La presión arterial es un indicador esencial de la salud cardiovascular, ya que refleja la fuerza con la que la sangre circula por las arterias.
Aunque la hipertensión suele recibir más atención, una disminución repentina y marcada de la presión arterial —conocida como hipotensión súbita— también puede representar un riesgo grave y requiere una intervención inmediata. Reconocer sus síntomas y actuar con rapidez es clave para evitar complicaciones serias.
La hipotensión se define generalmente como una presión inferior a 90/60 mmHg, pero lo más importante no es la cifra en sí, sino una caída brusca respecto a los niveles normales de la persona. Este descenso repentino puede impedir que el cerebro y otros órganos reciban suficiente oxígeno y nutrientes, generando síntomas preocupantes.
Entre los signos más característicos se encuentran el mareo o aturdimiento súbito, debilidad intensa, visión borrosa o nublada, piel fría y húmeda, náuseas, confusión o incluso desmayos. Estos síntomas indican que el flujo sanguíneo al cerebro está comprometido y requieren atención inmediata.
Ante un episodio de presión baja, la persona debe acostarse de inmediato y, si es posible, elevar las piernas unos 30 centímetros para favorecer el retorno de la sangre al cerebro. Es recomendable aflojar la ropa ajustada y asegurarse de que respire con normalidad. Si está consciente, puede ofrecerse agua o una bebida con electrolitos para rehidratar.
Debe solicitarse ayuda médica urgente si la persona pierde el conocimiento, presenta dolor en el pecho, dificultad para respirar, dolor de cabeza intenso, debilidad en un lado del cuerpo o si los síntomas no mejoran tras unos minutos. En estos casos, se debe llamar al número de emergencias local.
Las causas de una hipotensión repentina son diversas: deshidratación severa, efectos secundarios de medicamentos (como diuréticos, betabloqueadores o fármacos para la disfunción eréctil), infecciones graves (sepsis), hemorragias internas, problemas cardíacos (como arritmias o insuficiencia), reacciones alérgicas severas (anafilaxia) o trastornos hormonales.
La prevención también es fundamental. Mantener una adecuada hidratación, especialmente en climas cálidos o durante la actividad física, llevar una dieta equilibrada rica en frutas, verduras y cereales integrales, y evitar levantarse bruscamente son medidas eficaces. Asimismo, seguir las indicaciones médicas y reportar cualquier efecto adverso de los fármacos es esencial.
La hipotensión súbita no es una enfermedad en sí, sino una señal de que algo más puede estar ocurriendo en el organismo. Por ello, tras un episodio, es necesario acudir al médico para identificar la causa y recibir el tratamiento adecuado, garantizando así la estabilidad y el bienestar a largo plazo.
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