A lo largo de la vida, es posible que nos enfrentemos a momentos en los que alguien cercano —un familiar, amigo o incluso un desconocido— esté atravesando una crisis emocional o psicológica. Saber cómo actuar en estas circunstancias puede ser tan importante como aplicar primeros auxilios físicos.
Los Primeros Auxilios Psicológicos (PAP) no sustituyen la terapia, sino que consisten en una intervención inicial pensada para brindar apoyo inmediato, ayudar a calmar a la persona, disminuir su angustia y, si es necesario, facilitar su acceso a atención profesional. Es un enfoque práctico y humano orientado a que la persona recupere algo de control y serenidad en medio del estrés agudo.
Detectar señales de crisis emocional: el primer paso clave
El primer componente esencial de los PAP es identificar que alguien necesita ayuda. Estas señales pueden variar de un individuo a otro, pero suelen incluir cambios notorios en su estado de ánimo, comportamiento o forma de pensar. Estar atentos a estos indicios permite brindar apoyo oportuno y prevenir que la situación se agrave.
Algunos signos frecuentes incluyen aislamiento, irritabilidad o alteraciones marcadas del humor, dificultades para concentrarse, problemas para dormir o comer, expresiones de desesperanza o inutilidad, llanto descontrolado, ataques de pánico o, en casos más graves, comentarios sobre autolesiones o suicidio. También es común observar descuido personal, conductas impulsivas o incapacidad para manejar tareas cotidianas. Todas estas manifestaciones deben ser tomadas en serio, ya que indican que la persona necesita contención.
La escucha activa: el corazón de los PAP
Una vez identificada la necesidad de ayuda, el eje central de los Primeros Auxilios Psicológicos es la escucha activa. Esto consiste en brindar un espacio de confianza, libre de juicios, donde la persona se sienta segura para hablar. No se trata de ofrecer soluciones rápidas ni consejos, sino de acompañar, validar lo que siente y mostrar empatía genuina.
La escucha activa requiere atención total, tanto a las palabras como a los gestos, el tono de voz y el lenguaje no verbal. Algunas prácticas útiles incluyen mantener contacto visual (si es culturalmente apropiado y la persona se siente cómoda), asentir para mostrar interés, y repetir o parafrasear lo que la persona expresa para demostrar comprensión. Es fundamental evitar frases que minimicen el malestar, como "no te preocupes" o "eso no es tan grave". En su lugar, se deben usar expresiones que reconozcan su sufrimiento, como "entiendo que eso te afecte" o "se nota que estás atravesando algo muy difícil". También es mejor hacer preguntas abiertas que permitan a la persona explayarse, en vez de cerrarlas con respuestas de sí o no.
Apoyo práctico y contención segura
Además de escuchar, los PAP también implican brindar ayuda práctica y garantizar que la persona esté en un entorno seguro. Esto puede incluir ofrecerle un vaso de agua, acompañarla a un lugar tranquilo o asegurar que esté a salvo de cualquier peligro inmediato.
Cuando sea posible y con su consentimiento, puede ser útil contactar a personas cercanas en quienes confíe, como familiares o amigos. Siempre se debe respetar su privacidad y derecho a decidir. El propósito principal es reducir el caos emocional y restaurar una sensación básica de seguridad y control.