¿Qué es la disbiosis y por qué altera tu flora intestinal?

La salud del intestino va mucho más allá de no padecer gastritis o evacuar con regularidad. En el tubo digestivo habita una vasta comunidad de microorganismos —la microbiota— que interviene en la digestión, contribuye a la maduración del sistema inmunológico y se relaciona también con el metabolismo y el bienestar general.
Cuando ese ecosistema se desequilibra, se presenta la disbiosis intestinal: una condición en la que disminuyen las bacterias benéficas y proliferan microorganismos vinculados a procesos inflamatorios.
Qué sucede en el intestino durante la disbiosis
Según la American Gastroenterological Association (AGA), la disbiosis no debe entenderse solo como una molestia digestiva, sino como un proceso biológico complejo.
La Cleveland Clinic explica que ocurre cuando se altera el equilibrio del microbioma, es decir, del conjunto de microorganismos que viven en el cuerpo en una relación de convivencia. Además, no existe un solo microbioma: hay varios, como el intestinal, el cutáneo o el oral, y muchos de estos microbios cumplen funciones esenciales para la salud.
Un microbioma sano se caracteriza por una diversidad adecuada, en la que ninguna bacteria, virus u hongo predomina de manera excesiva. En la disbiosis, las proporciones cambian y ese desajuste puede afectar distintos sistemas del organismo y sus mecanismos de defensa.
Manifestaciones de una microbiota intestinal alterada
La disbiosis no se expresa igual en todas las personas. De acuerdo con una revisión publicada en Probiotics and Antimicrobial Proteins, los síntomas digestivos más frecuentes incluyen:
Distensión o hinchazón abdominal persistente
Producción excesiva de gases
Diarrea, estreñimiento o alternancia entre ambos
Dolor o incomodidad abdominal recurrente
No obstante, sus efectos pueden ir más allá del aparato digestivo. Las alteraciones de la microbiota se han asociado también con síntomas extraintestinales, como:
Cansancio crónico
Cefaleas frecuentes
Sensación de confusión mental o dificultad para concentrarse
Cambios cutáneos, como brotes inflamatorios o agravamiento de dermatitis
Esto se explica por la estrecha conexión entre el intestino, el sistema nervioso y el sistema inmune, conocida como el eje intestino–cerebro–inmunidad.
Principales causas de la disbiosis intestinal
La microbiota es dinámica y puede modificarse a lo largo de la vida por múltiples factores. Especialistas señalan que no solo los antibióticos, sino también medicamentos de uso común —incluidos algunos fármacos psiquiátricos— pueden dejar efectos duraderos en la composición bacteriana. Estos cambios pueden persistir durante años, reduciendo la diversidad microbiana y favoreciendo especies relacionadas con la inflamación.
Otro factor clave es la dieta occidental basada en ultraprocesados, con alto contenido de azúcares añadidos y grasas saturadas, y baja en fibra. Un estudio publicado en The Lancet Regional Health – Europe indica que los patrones alimentarios pobres en fibra y vegetales se asocian con microbiotas menos diversas y más proinflamatorias, lo que aumenta el riesgo de obesidad, diabetes tipo 2 y otros trastornos metabólicos.
A esto se suman el estrés crónico y la escasa exposición a entornos naturales. Investigaciones citadas por la Microbiology Society muestran que el contacto con espacios verdes y suelos ricos en biodiversidad favorece una microbiota más diversa y un sistema inmune mejor regulado, a diferencia de lo que ocurre en ambientes urbanos excesivamente higienizados.
Cómo se identifica la disbiosis intestinal
Pese al creciente interés científico, todavía no existe una definición diagnóstica única ni una prueba clínica estandarizada que permita medir la disbiosis de forma directa. Un estudio publicado en Microorganisms (MDPI) señala que, por ahora, el diagnóstico se basa principalmente en la evaluación clínica.
En la práctica, esto incluye:
Historia clínica detallada, con énfasis en síntomas digestivos y antecedentes
Exploración física
Estudios complementarios para descartar enfermedades orgánicas, como enfermedad celíaca, enfermedad inflamatoria intestinal o infecciones
Recuperar la microbiota intestinal de manera segura
Aunque la disbiosis puede ser compleja, la microbiota es modulable. La World Gastroenterology Organisation (WGO), en sus guías sobre probióticos y prebióticos, revisó ensayos clínicos y concluyó que determinadas cepas probióticas y fibras prebióticas pueden ser útiles en situaciones específicas —como diarrea asociada a antibióticos, síndrome de intestino irritable o estreñimiento funcional— siempre que se utilicen productos con respaldo científico y dosis adecuadas.
Sin embargo, los expertos coinciden en que la base del abordaje sigue siendo el estilo de vida:
Incrementar el consumo de fibra a través de frutas, verduras, leguminosas y cereales integrales para nutrir a las bacterias beneficiosas.
Disminuir el consumo de ultraprocesados, azúcares añadidos y grasas trans, asociados con microbiotas menos saludables.
Priorizar un buen descanso, el manejo del estrés y el contacto con entornos naturales para favorecer la diversidad microbiana y una adecuada regulación inmunológica.
La disbiosis intestinal no es únicamente un problema digestivo, sino un desequilibrio con repercusiones sistémicas que puede influir en la inflamación, el metabolismo y el bienestar general.
Aunque todavía no existe una prueba única para diagnosticarla, la evidencia científica respalda que los hábitos cotidianos —en especial la alimentación y el control del estrés— desempeñan un papel central tanto en su aparición como en su recuperación.
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