El Vaticano ha confirmado que el Papa Francisco falleció este lunes debido a un ictus, un accidente cerebrovascular provocado por un trastorno repentino en la circulación sanguínea del cerebro. Según el comunicado oficial, el pontífice sufrió un coma y, posteriormente, un fallo cardiocirculatorio irreversible, lo que resultó en su fallecimiento.
El trágico suceso ocurrió en la residencia de Santa Marta, en la Ciudad del Vaticano, donde el Papa se encontraba en recuperación de una neumonía bilateral polimicrobiana. Esta infección respiratoria lo había mantenido hospitalizado durante 38 días en el Hospital Gemelli de Roma, según informes previos.
El ictus, también conocido como accidente cerebrovascular, es una condición que ocurre cuando se interrumpe bruscamente el flujo sanguíneo hacia ciertas áreas del cerebro, lo que afecta su funcionamiento. La Sociedad Española de Neurología destaca que esta enfermedad tiene una alta incidencia y es una de las principales causas de discapacidad y muerte a nivel mundial.
Existen dos tipos principales de ictus:
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Ictus isquémico: Se produce cuando hay una reducción significativa en el flujo sanguíneo hacia una parte del cerebro, lo que ocasiona la muerte irreversible de las células cerebrales por falta de oxígeno y nutrientes. Este tipo es el más común, representando hasta el 85% de los casos.
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Ictus hemorrágico: Menos frecuente, pero más mortal, ocurre cuando un vaso sanguíneo se rompe y genera una hemorragia intracerebral. Aunque tiene menor incidencia, sus consecuencias suelen ser más graves y progresan rápidamente.
Síntomas del ictus El ictus puede presentarse de manera repentina y sus síntomas requieren atención médica inmediata. Algunos de los signos más comunes incluyen:
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Debilidad o entumecimiento en la cara, brazo o pierna, especialmente de un lado del cuerpo.
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Dificultad para hablar o entender el lenguaje.
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Pérdida parcial o total de visión en uno o ambos ojos.
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Mareos, pérdida de equilibrio o coordinación.
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Dolor de cabeza severo sin causa aparente.
La gravedad del ictus lo convierte en un problema de salud global. Este tipo de accidente cerebrovascular afecta a millones de personas cada año y tiene un gran impacto en la calidad de vida de quienes sobreviven. La prevención y un tratamiento oportuno son esenciales para mitigar sus efectos devastadores.