Reducir las grasas saturadas ayuda a quienes tienen riesgo de enfermedades cardíacas

Una nueva revisión científica sugiere que las personas que ya presentan un riesgo elevado de enfermedad cardiovascular son quienes obtienen los mayores beneficios para la salud al disminuir el consumo de grasas saturadas.
El análisis, publicado el 16 de diciembre en la revista Annals of Internal Medicine, encontró que los individuos con mayor probabilidad de desarrollar problemas cardíacos experimentaron menos infartos y accidentes cerebrovasculares al reducir las grasas saturadas en su alimentación. En contraste, en personas sin estos factores de riesgo, no se observó un beneficio tan claro durante un seguimiento de cinco años.
Estos resultados surgen en un momento clave, ya que el gobierno federal se prepara para actualizar sus recomendaciones oficiales sobre nutrición.
La revisión incluyó más de una docena de ensayos clínicos con la participación de más de 66,000 personas. Los investigadores evaluaron cómo la reducción de grasas saturadas influía en la salud cardiovascular, los niveles de colesterol y la mortalidad general.
Las grasas saturadas están presentes en alimentos como la mantequilla, los cortes de carne roja, la pizza, el helado y numerosos productos ultraprocesados y cárnicos.
“Nuestros hallazgos representan una parte del conjunto de evidencias que se utilizan para orientar las Guías Alimentarias para los Estadounidenses”, comentó Bradley Johnston, coautor del estudio y profesor asociado de nutrición en la Universidad Texas A&M, en declaraciones a The Wall Street Journal.
Especialistas en nutrición coinciden en que reducir el consumo de grasas saturadas sigue siendo una de las principales recomendaciones dietéticas para prevenir niveles elevados de colesterol en la población general.
Alice Lichtenstein, directora del Laboratorio de Nutrición Cardiovascular de la Universidad de Tufts, en Boston, revisó los resultados del análisis.
“No es posible medir directamente algo que aún no se ha desarrollado en personas sin enfermedad”, señaló Lichtenstein, quien no participó en el estudio. “La clave está en la prevención”.
La revisión también destacó que el tipo de grasa que reemplaza a la saturada es un factor determinante.
Quienes sustituyeron las grasas saturadas por grasas poliinsaturadas —presentes en pescados grasos o en aceites como el de canola— mostraron niveles más bajos de colesterol LDL, conocido como “colesterol malo”, y un menor riesgo de enfermedad cardiovascular.
Las guías dietéticas federales recomiendan que las grasas saturadas representen menos del 10 % de las calorías diarias, mientras que la Asociación Americana del Corazón propone un límite aún más estricto, inferior al 6 %.
El énfasis en reducir las grasas saturadas se remonta a la década de 1960 y ha influido durante años en las decisiones alimentarias. No obstante, los investigadores subrayan que no todos los alimentos que contienen este tipo de grasa tienen el mismo impacto en la salud.
Por ejemplo, las carnes procesadas, como los hot dogs, también son altas en sodio, lo que contribuye al aumento de la presión arterial. En cambio, algunos productos lácteos, como la leche y el yogur, se han asociado con un mejor control de la glucosa y del peso corporal.
Aun así, Lichtenstein advirtió que un solo estudio no debería ser suficiente para modificar las políticas nutricionales.
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