A más de diez años del accidente de esquí en Méribel que cambió la vida de Michael Schumacher, su situación personal se mantiene bajo un estricto hermetismo. La familia del siete veces campeón de Fórmula 1 ha construido una barrera casi impenetrable en torno a su día a día: se desconoce con certeza dónde vive y solo un grupo muy reducido de personas puede visitarlo.
Una declaración de Elisabetta Gregoraci, exesposa de Flavio Briatore, dejó entrever que solo tres personas, fuera del círculo familiar inmediato, tienen acceso a Schumacher. Según el periodista Oliver Brown, editor de The Telegraph, dos de esos visitantes son figuras clave en su carrera: Jean Todt y Ross Brawn, quienes estuvieron a su lado durante sus años más exitosos en Ferrari.
Jean Todt, exjefe de equipo en Ferrari, es uno de los pocos que lo ve regularmente. A pesar de ser reservado, ha comentado que ve a Schumacher unas dos veces al mes, aunque reconoce que la comunicación ya no es la misma, lo que sugiere que el expiloto depende totalmente de sus cuidadores y no puede hablar.
Por su parte, Ross Brawn, exdirector técnico del equipo italiano, también ha mantenido una relación cercana. En el pasado ha insinuado cierta esperanza de mejora en la condición de Schumacher, aunque sin proporcionar detalles específicos.
El tercer visitante sería Gerhard Berger, excompañero de competición de Schumacher y amigo personal, aunque su acceso no ha sido confirmado oficialmente. A pesar de ello, diversas fuentes lo consideran parte de este selecto grupo.
Corinna Schumacher, esposa del piloto, ha liderado la estricta política de privacidad junto con la portavoz familiar Sabine Kehm. La postura del entorno es clara: proteger a Schumacher como él los protegió a ellos. Esta discreción alcanza todos los aspectos de su vida, como se evidenció en la boda de su hija Gina, donde los invitados tuvieron que entregar sus teléfonos para evitar filtraciones. La supuesta presencia de Michael en ese evento fue negada categóricamente.
Este nivel de secreto ha dado pie a especulaciones, chantajes e incluso intentos de extorsión. Su antiguo representante, Willi Weber, ha criticado esta reserva, solicitando mayor transparencia hacia los seguidores, una petición que la familia ha rechazado constantemente.
Recientemente, un casco firmado con las iniciales “MS” para una subasta benéfica fue visto como un pequeño gesto público. La firma fue posible gracias a la mediación de Corinna, lo que demuestra el férreo control que se mantiene sobre la imagen de Schumacher.
A sus 56 años, Michael Schumacher sigue alejado del ojo público, resguardado por su familia y visitado solo por un puñado de amigos leales. Su legado, sin embargo, permanece intacto en la historia de la Fórmula 1, mientras el mundo sigue atento, en silencio, a cualquier señal sobre su estado.