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Se agrava el problema de aguas residuales en el paso a desnivel “El Apenitas”

Este paso es fundamental para el acceso a las colonias del sector sur de la ciudad y para distintas empresas

Se agrava el problema de aguas residuales en el paso a desnivel “El Apenitas”: Este paso es fundamental para el acceso a las colonias del sector sur de la ciudad y para distintas empresas
José Gaytán
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El paso a desnivel conocido como “El Apenitas”, ubicado en un punto neurálgico del sur de la ciudad, atraviesa actualmente una crisis que se ha intensificado en las últimas semanas debido a la fuga constante de aguas residuales, situación que no solo afecta la vialidad, sino también la calidad de vida de miles de ciudadanos que utilizan diariamente esta ruta.

Este cruce, que conecta de forma vital a colonias como Ramón Bravo, Presidentes, Buenos Aires, y otras del sector sur con el resto de la ciudad, se ha convertido en un verdadero foco de insalubridad, riesgo vial y molestia generalizada. Lo que alguna vez fue una solución para mitigar la interrupción constante del paso del tren, hoy se encuentra deteriorado, encharcado y con un olor nauseabundo permanente, resultado de un problema de aguas negras que no ha recibido atención de fondo.

A diario, cientos de vehículos —particularmente en horas pico— circulan por este punto en medio de charcos pestilentes, baches originados por la humedad constante y una visible degradación de la carpeta asfáltica. En lugar de ser un paso ágil, “El Apenitas” se ha vuelto un cuello de botella plagado de riesgos, donde el tránsito se vuelve lento, incómodo y, en ocasiones, peligroso.

Una vía de alta prioridad convertida en zona crítica

La importancia de este paso no se limita al tránsito vecinal. A su alrededor, se ubica un parque industrial que emplea a cientos de trabajadores que diariamente deben desplazarse hacia sus centros laborales. El paso de camiones, unidades de transporte de personal y vehículos particulares convierte al punto en un eje logístico clave para la movilidad laboral. Sin embargo, la imagen que ofrece esta entrada al sur de la ciudad dista mucho de ser la que merece una zona productiva y densamente habitada.

La acumulación de aguas residuales genera no solo incomodidad, sino una serie de implicaciones sanitarias. Los olores son permanentes y penetrantes, afectando tanto a conductores como a transeúntes. A esto se suma la proliferación de insectos, como moscas y mosquitos, que encuentran en esta humedad constante el ambiente perfecto para reproducirse, agravando los riesgos de enfermedades transmisibles.

En temporada de calor, los efectos son todavía más notorios. Las aguas estancadas, combinadas con las altas temperaturas, provocan un incremento de los vapores contaminantes y una mayor descomposición orgánica, lo que convierte la zona en un ambiente insalubre. Por otro lado, cuando llegan las lluvias, los residuos se mezclan con el agua pluvial, ampliando la contaminación a otras zonas cercanas.

Baches, lodo y peligro constante

Uno de los efectos colaterales más visibles del problema es el deterioro del pavimento. La filtración constante de líquidos ha ido socavando la base de la vía, provocando hundimientos y baches de distintos tamaños. Algunos de estos cráteres no son visibles a simple vista debido a que se encuentran ocultos bajo las aguas negras acumuladas, lo cual representa un grave riesgo para los automovilistas que podrían dañar sus vehículos o incluso provocar un accidente mayor.

Esta situación se agrava durante la noche o en condiciones de baja visibilidad, cuando el peligro es aún más difícil de detectar. A esto se suma el riesgo para motociclistas o ciclistas, quienes también utilizan esta vía y deben maniobrar en condiciones poco seguras, esquivando baches y zonas encharcadas sin la infraestructura adecuada para su circulación.

El mal estado de la vía también influye negativamente en el flujo del tránsito. Los automóviles deben reducir su velocidad, generar largas filas o invadir el carril contrario para esquivar los baches, lo que a su vez incrementa la posibilidad de colisiones o percances viales.

Impacto social y ambiental

El problema del “Apenitas” no es únicamente vial o estético: se trata de una problemática social y ambiental de fondo. En un contexto urbano donde se busca avanzar hacia ciudades más limpias, eficientes y seguras, mantener una vía tan importante en condiciones deplorables representa un retroceso significativo.

Además, el paso constante por una zona contaminada tiene un impacto psicológico en la comunidad: transmite una sensación de abandono, de falta de cuidado y de normalización del deterioro. Los ciudadanos se ven obligados a adaptarse a lo inaceptable, a resignarse ante una situación que debería ser temporal, pero que parece haberse vuelto permanente.

Por otro lado, el escurrimiento de aguas negras también puede estar filtrándose hacia el subsuelo, afectando mantos freáticos y contaminando otras corrientes subterráneas. Esto representa una amenaza ambiental de largo plazo que podría tener consecuencias mayores si no se aborda de manera estructural.

El tren, un agravante constante

Cabe señalar que la presencia del tren —que frecuentemente obstruye el paso por largos periodos— convierte al “Apenitas” en la única salida funcional de muchas colonias del sur. Cuando el tren permanece detenido en los cruces tradicionales, este paso a desnivel se convierte en la única alternativa para salir o ingresar a las zonas habitacionales y laborales. En esos momentos, el paso de decenas de vehículos por minuto solo empeora el estado de la vía y pone en evidencia la falta de alternativas viales adecuadas en el sector.

El caso del paso a desnivel “El Apenitas” pone sobre la mesa una reflexión crítica sobre el modelo de planeación y mantenimiento urbano. En una ciudad en crecimiento, donde el sector industrial y la expansión habitacional requieren infraestructura funcional y segura, no puede tolerarse que un punto tan estratégico esté en condiciones que atentan contra la salud, la seguridad y la dignidad de la población.

Más allá de buscar culpables o esperar soluciones milagrosas, la situación exige una revisión profunda del modo en que se da seguimiento a las infraestructuras clave, de cómo se priorizan las intervenciones y de la conciencia colectiva respecto a los entornos que nos rodean.

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