Un diagnóstico de cáncer suele llevar a la persona a reflexionar sobre su vida y sus hábitos, pero un estudio reciente revela que pocos modifican su alimentación para hacerla más saludable después del tratamiento.
Según los investigadores en la revista Public Health Nutrition, los sobrevivientes de cáncer tienen la misma tendencia que otras personas a minimizar los riesgos asociados con el consumo de carne roja, alcohol y otros alimentos poco saludables, y a no aprovechar los beneficios que aportan las frutas, verduras y la fibra.
Hemangi Mavadiya, candidato doctoral de la Facultad de Población y Salud Pública de la Universidad de California-Irvine y autor principal del estudio, señaló en un comunicado que aunque los especialistas ven el diagnóstico como una oportunidad para promover cambios saludables, la investigación demuestra que hay una urgente necesidad de intervenciones dietéticas y conductuales específicas para los supervivientes, ya que la educación que reciben de sus médicos resulta insuficiente.
Se estima que para 2040 habrá hasta 26 millones de sobrevivientes de cáncer en Estados Unidos, un grupo que enfrenta mayor riesgo de desarrollar un cáncer secundario, y la alimentación es un factor conocido para disminuir ese riesgo, explicaron los investigadores.
Para analizar cómo el cáncer influye en los hábitos alimenticios, se examinaron datos de una encuesta del Instituto Nacional del Cáncer con más de 6,100 sobrevivientes y 35,500 personas sin antecedentes de cáncer.
Yunxia Lu, profesora de salud poblacional y prevención de enfermedades en UC-Irvine, explicó que el objetivo era entender si el diagnóstico y tratamiento de cáncer motivaban a las personas a mejorar su estilo de vida y alimentación.
Sin embargo, el estudio no encontró diferencias significativas en la conciencia sobre los riesgos alimenticios entre sobrevivientes y personas sanas.
Ambos grupos tenían una alta probabilidad de desconocer que el consumo de carne procesada, carne roja, alcohol y bebidas azucaradas se relaciona con un mayor riesgo de cáncer.
Asimismo, eran igual de propensos a no reconocer la asociación entre una dieta rica en frutas, verduras y fibra con un menor riesgo.
Esta falta de conciencia también se reflejó en lo que realmente comían: cerca del 82% de ambos grupos no alcanzó la recomendación de consumir más de dos o tres tazas de fruta al día, y un 75% no cumplió con las recomendaciones sobre verduras.
Los investigadores concluyeron que los sobrevivientes de cáncer probablemente no reciben el asesoramiento dietético necesario ni el apoyo para implementar estos cambios.
Por ello, Lu enfatizó que los profesionales de salud deberían incluir educación y asesoramiento nutricional culturalmente adecuados dentro de la atención rutinaria a sobrevivientes, para ayudarlos a adoptar y mantener hábitos alimenticios saludables.