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Spaun hace justicia a Oakmont en un final de US Open memorable

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Redacción El Tiempo
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En realidad, el verdadero ganador de la 125ª edición del US Open fue Oakmont. Porque, en el golf competitivo, especialmente durante esta semana del año, se trata principalmente de vencer al campo.

Y nadie había logrado doblegar a esta legendaria sede —que ha albergado diez ediciones de este torneo y numerosos campeonatos organizados por la USGA— hasta que se dio uno de los finales más impresionantes de su historia. Oakmont se impuso con su denso rough, sus greens exigentes y llenos de carácter, su complejidad hasta que la lluvia apareció, y sus profundos bunkers. Todos vencieron menos uno: J.J. Spaun, quien terminó con +2 para un total de -1 en la ronda final. Fue él quien mejor soportó el exigente desafío mental y físico que representa este torneo para los profesionales, acostumbrados a rondas por debajo de 60 golpes, y que aquí tuvieron que lidiar con vueltas cercanas a 80, en un campo de Pittsburgh (Pennsylvania, EE. UU.) convertido durante cuatro días en un verdadero suplicio.

El promedio de golpes invertidos por los mejores del mundo fue de 74.1. Al inicio, el circuito europeo preguntaba a sus jugadores en redes sociales cuántos golpes creían que necesitaría un golfista amateur para completar el recorrido; la mayoría coincidía en cerca de 200. Sin embargo, en un campo par 70, se requerían 280 golpes para empatar con Oakmont, donde en 2007 se ganó con +5 y ningún campeón bajó de 31 golpes en los últimos nueve hoyos, salvo Johny Miller con su histórico 63, récord para un US Open en este campo.

Sólo Spaun, el californiano de Los Ángeles de 34 años, superó ese límite con 281 golpes, y estuvo cerca de igualar esos 31 golpes de Miller en la segunda mitad, con sólo siete vueltas por debajo del par (entre ellas las de Rahm y McIlroy) en una conclusión vibrante. Cuatro jugadores iniciaron bajo par, incluyendo a Sam Burns y Spaun al frente, pero todos sucumbieron ante la inmensidad del desafío. Entre ellos, el estadounidense y el noruego Hovland, que aún no cuentan con grandes títulos, y el australiano Adam Scott, que tenía una de sus mejores oportunidades en un major desde su triunfo en el Masters hace 12 años. Ninguno pudo completar la primera mitad con menos de 38 golpes.

Spaun hizo justicia a Oakmont con un desenlace memorable en el US Open. Celebró con intensidad su último putt mientras el público estallaba en júbilo a su alrededor.

El suspenso llegó a su punto máximo tras una pausa de más de una hora por un chubasco, cuando seis jugadores se encontraron en +1, entre ellos el mexicano Ortiz, buscando el primer grande masculino para su país, y el inglés Hatton, también en busca de su primer gran título. Lo que siguió fue una batalla intensa llena de bogeys sin distinción. El escocés MacIntyre, que llegó a estar siete golpes detrás del líder, logró remontar a +1 y liderar momentáneamente. Scottie Scheffler acumuló su novena ronda consecutiva sin bajar el par. La luz del día comenzaba a extinguirse y la posibilidad de un desempate al día siguiente, el primero en un US Open desde el histórico duelo entre Tiger Woods y Rocco Mediate en 2008, pendía sobre Oakmont.

Finalmente, el desenlace favoreció a Spaun, quien en siete años ha jugado nueve majors, habiendo fallado el corte en tres, estuvo cerca de abandonar hace unos años tras un diagnóstico de diabetes y la pérdida de 23 kilos, lo que afectó su tarjeta del PGA. Desde su única victoria en el circuito, el Texas Open de 2022, había enfrentado dificultades. En la primera ronda, tuvo un inicio terrible con cinco bogeys en los primeros nueve hoyos. Sin embargo, nadie antes había logrado recuperarse de semejante comienzo para ganar en este torneo.

“Por muy mal que iban las cosas, intenté comprometerme con cada golpe y esforzarme al máximo. Eso es lo que he hecho toda mi vida. Afortunadamente, el viento sopló a mi favor. Crecí viendo golf, pero nunca estuve predestinado a ser profesional. No pasé por academias ni jugué torneos juveniles importantes. Mi primer gran torneo fue el US Open junior, al que llegué tras clasificar en una previa. Simplemente seguí mi camino, paso a paso, y aquí estoy ahora con el trofeo del US Open”, declaró en la conferencia de prensa.

Unas horas antes parecía fuera de carrera, pero poco a poco vio cómo sus rivales cometían errores y él resurgió con tres birdies y solo un bogey en los últimos nueve hoyos. El birdie en el 17 le dio el liderato en solitario y en el hoyo 18, con dos putts para ganar, ejecutó un espectacular putt de casi 20 metros directo al hoyo —el más largo embocado en todo el torneo— en el momento decisivo. MacIntyre, que esperaba un desempate, no pudo evitar reír y aplaudir ante la cámara. En un final así, en un US Open tan emotivo, la reacción era esa o llorar.

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