Toman justicia por su mano en Monclova: hartazgo vecinal ante adictos y ladrones

En lo que va del mes, ya son dos los presuntos delincuentes que han terminado gravemente lesionados tras ser golpeados por ciudadanos enfurecidos.
En Monclova, el hartazgo social ha comenzado a tomar forma de puño cerrado. La paciencia de vecinos cansados de vivir entre robos, agresiones y amenazas por parte de personas adictas a las drogas o con historial delictivo parece haberse agotado.
En menos de un mes, ya se han registrado dos casos en los que ciudadanos decidieron hacer justicia por su propia cuenta, enfrentando a quienes consideran una amenaza constante para su seguridad y la de sus familias.
Dos casos
El caso más reciente ocurrió la madrugada del pasado domingo en la colonia Lucrecia Solano. Ahí, Juan Pablo “N”, un hombre con conocidas adicciones y antecedentes de conducta violenta, acabó tendido en la calle Puerto de Ensenada, noqueado y con múltiples golpes, luego de que vecinos enfurecidos intervinieran para detener su brutal ataque con una navaja, contra su propia hermana.
Testigos relatan que los gritos de auxilio de la mujer, herida en la espalda, fueron suficientes para que los moradores salieran en tropel, enfrentaran al agresor y le dieran una “lección” que, según ellos, la autoridad ha sido incapaz de impartir. Sin mediar más que el enojo, lo sometieron y golpearon hasta dejarlo inconsciente. Paramédicos de Cruz Roja lo trasladaron a un hospital, mientras la víctima fue atendida por sus lesiones.
Justicia por propia mano
Este acto de justicia comunitaria no es aislado. Apenas el pasado 4 de mayo, Gilberto “N” fue capturado por la Policía Preventiva en la colonia Primero de Mayo, pero no antes de que vecinos intentaran lincharlo al descubrirlo robando una escuela. Lo golpearon brutalmente hasta dejarlo al borde de la muerte. Ahora, el hombre se encuentra en coma, mientras su familia clama justicia, pero en sentido inverso.
“Un delincuente debe ir a la cárcel, no ser golpeado”, declaró una hermana, mientras al mismo tiempo la familia cuestiona a la Policía, al municipio, e incluso habla de posibles demandas por lo sucedido. Un giro curioso, considerando que el hombre, según denuncias vecinales, había robado en múltiples ocasiones a trabajadores de la zona, incluso usando violencia.
Por su parte, la Fiscalía General del Estado ha confirmado que ya abrió carpetas de investigación en ambos casos, aunque hasta el momento no se han emitido declaraciones oficiales ni se ha determinado si los responsables de las golpizas enfrentarán cargos.
Lo que sí queda claro es que el tejido social está desgarrado. La falta de confianza en las instituciones, el miedo y la frustración han detonado una peligrosa tendencia: ciudadanos que ya no esperan la llegada de la patrulla, que no llaman al 911, sino que actúan. Con palos, con piedras, con golpes.
“Ya se andaba pasando de verdura”, dijo uno de los vecinos que participó en la golpiza del pasado domingo, justificando la reacción colectiva. Otros, en cambio, temen que este tipo de actos marquen el inicio de una espiral de violencia aún más difícil de contener.
Lo cierto es que, mientras las autoridades titubean, en algunas calles de Monclova la ley del barrio está tomando el lugar de la ley escrita. Y esa, por más comprensible que sea desde la rabia, nunca ha sido la mejor receta para la paz.
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