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Tyrese Haliburton, de Indiana Pacers, es el escapista perfecto de la NBA

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José Luis Adriano
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Tyrese Haliburton la bujía de Pacers

 

Tyrese Haliburton se despoja una vez más de las cadenas ante el asombro del público. Es un jugador de básquetbol, una estrella de la NBA, pero si entrecerramos los ojos, si logramos captar la esencia, si regresamos al niño que alguna vez fuimos, entenderemos que es otra cosa: Harry Houdini levantando sus brazos ante el asombro del mundo. El paso de la agonía al éxtasis. Del pragmatismo de un resultado cerrado a la emoción de lo imprevisible.

Haliburton es el escapista perfecto. Es un guión cinematográfico hecho a medida. La humanidad plena venciendo a la inteligencia artificial: la maravilla de lo impensado. Atienda, señor televidente. Acérquese. La técnica del close up: no se puede hacer más lento. 3, 2, 1. Abracadabra. El básquetbol que amamos poniéndose de pie. El alarido que quiebra la medianoche. El despegue del asiento en el Paycom Arena. El salto arriba de un sillón en Buenos Aires. En Medellín. En México. En Europa. Y en Estados Unidos también.

Existen jugadores de temporada regular. Y existen jugadores de playoffs. Haliburton es, en sí mismo, una lección: no dejes que nadie te ponga límites. No sucumbas ante la opinión del resto. Nunca te rindas. Dijeron que este muchacho estaba sobrevalorado. Tuvo pasajes erráticos. Pareció caerse. Pero cumplió una máxima que lo define: trabajar en silencio para que sus acciones hagan todo el ruido. Besó el piso, sí. Pero solo para tomar envión.

La diferencia no la hacen nunca los que empiezan las cosas. Las hacen siempre los que las terminan.

Haliburton es el regreso de Reggie Miller a Indiana Pacers, un cuarto de siglo después. No hablamos de números, hablamos de emociones. ¿Qué es el deporte si no es esto? El básquetbol es precisión quirúrgica. Haliburton utiliza el balón con la ductilidad de un cirujano con bisturí, todo arriba de un Fórmula Uno. No falló un tiro para empatar o pasar a ganar en los últimos cinco segundos en este curso de playoffs. Es ridículo: 4-4, contra un 3-16 del resto de la NBA. En toda la historia de la Liga, nadie logró algo así cuatro veces en una misma postemporada. Es único. Piénsenlo bien: no pasó de Bill Russell a LeBron James, con escala en Magic Johnson, Larry Bird y Michael Jordan.

¿Tomamos dimensión de lo sucedido o seguiremos pensando en casualidades?

Haliburton es la daga, pero no es solo él. Indiana Pacers es un equipo, con Pascal Siakam como referente, con Andre Nesmith como estampilla de quien se ponga enfrente, Andrew Nembhard con sangre fría, Myles Turner entre gigantes. Todos para todos. Rick Carlisle tiene mucho que ver con eso: alimentar un espíritu de redención constante que logra imposibles. Voracidad recurrente. Cinco desventajas de 15 puntos o más levantaron los Pacers en estos playoffs. Es una auténtica locura. Se ha transformado en un equipo al que no se le puede decir últimas palabras: hay que liquidarlo antes de que se levante. Dejar una chispa puede hacer que se queme el bosque construido.

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