UAdeC: Nueva jornada laboral tendrá impactos económicos

Industria manufecturera sentirá más el impacto negativo

La presidenta de la República anunció la mañana del miércoles el arranque formal de la transición hacia la reducción de la jornada laboral en México, una reforma que llevará al país de las actuales 48 horas semanales a un esquema de 40 horas hacia el final del sexenio. Aunque el anuncio confirma un cambio histórico, especialistas advierten que su implementación tendrá impactos complejos en la economía. Uno de ellos es el profesor Víctor Axel Amarillas, quien analizó a profundidad el alcance real de esta transformación.

Para Amarillas, coordinador de la Facultad de Economía y Mercadotecnia de la Universidad Autónoma de Coahuila en Torreón, la noticia no tomó por sorpresa, pues desde el sexenio anterior ya se hablaba de la posibilidad de una reforma de fondo en materia laboral. Sin embargo, subraya que este ajuste es "una buena y mala noticia a la vez". En el plano positivo, destaca que México es, según estadísticas internacionales, uno de los países de la OCDE donde más horas se trabaja por semana, por lo que reduce la jornada representa un avance en calidad de vida y un acercamiento a los estándares globales. "La lógica internacional es trabajar menos horas o menos días consecutivos para que las personas tengan una vida fuera del empleo. En ese sentido, es algo positivo", señala.

Pero no todo es optimismo. El profesor advierte que la otra cara de la reforma recae directamente sobre empleadores y empresas, quienes deberán absorber los costos derivados de la disminución de horas laborales. Aunque el gobierno definió un esquema paulatino —mantener 48 horas en 2026 y reducir progresivamente hasta llegar a 40 en 2030—, Amarillas explica que este periodo de ajuste no elimina los desafíos. "La voz de los organismos empresariales se escuchó, pero el impacto financiero sigue ahí. La reducción implica reorganizar turnos, contratar más personal o pagar más horas extras", señala.

En sectores como el comercio, los efectos podrían ser manejables, pero en la industria manufacturera el impacto será mayor. Amarillas ejemplifica que, en una línea de producción, reducir ocho horas a cada trabajador significará abrir turnos completos adicionales o ampliar equipos, lo que incrementará costos operativos. "Las empresas tendrán que cubrir esos nuevos descansos, y eso sí o sí se traduce en mayores costos", advierte.

El especialista también señala que estos ajustes terminarán reflejándose en el precio final de los productos y servicios. "De aquí a 2030, el costo de producción tendrá que incluir este incremento. Eso se va a ver en los precios", afirma. A ello se suma un tema que ha generado debate internacional: la posibilidad de que México pierda atractivo para la inversión extranjera al dejar de ser un país de mano de obra barata. "La jornada reducida, combinada con otras reformas laborales recientes, podría restar competitividad frente a economías en desarrollo", comenta.

A pesar de estos retos, Amarillas reconoce que el beneficio directo para los trabajadores es innegable. Sin embargo, advierte que el éxito de la reforma dependerá de cómo la economía asimile los cambios, especialmente en términos de productividad, costos laborales y capacidad de adaptación empresarial. "Es un factor positivo para el trabajador, pero negativo para la estructura financiera de las empresas. Tendremos que ver cómo se cubre esa nueva necesidad", concluye.

Con el anuncio presidencial, la ruta hacia la jornada de 40 horas ya está trazada. Lo que sigue es un proceso complejo donde trabajadores, empresas y gobierno deberán encontrar un equilibrio que permita avanzar sin sacrificar competitividad ni bienestar social.

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