Una alergia alimentaria podría ser la causa oculta detrás de las pesadillas

Entre el 2 % y el 8 % de los adultos experimentan problemas relacionados con las pesadillas, según la Fundación del Sueño de Estados Unidos.
Esta organización indica que, aunque no hay una explicación concluyente sobre por qué se producen estos sueños angustiosos y perturbadores durante la fase REM del sueño —caracterizada por rápidos movimientos oculares—, sí se sabe que su impacto incluye un descanso deficiente y despertares desagradables.
En un intento por encontrar una causa, investigadores de la Universidad de Montreal publicaron en Frontiers in Psychology un estudio que sugiere que ciertos alimentos, especialmente los productos lácteos, podrían estar implicados en la aparición de pesadillas.
De acuerdo con el trabajo, existe una posible relación entre la intolerancia a la lactosa y ciertos síntomas digestivos con la manifestación de sueños incómodos o extraños. Este hallazgo refuerza la idea de que la alimentación podría afectar la calidad del sueño, abriendo nuevas posibilidades para tratar los trastornos del descanso sin recurrir a medicamentos.
Para la investigación, se encuestó a más de 1,000 estudiantes de la Universidad MacEwan, quienes compartieron sus hábitos alimentarios, la calidad de su sueño y posibles vínculos entre ambos. Se encontró una relación significativa entre tener pesadillas y padecer intolerancia a la lactosa, probablemente asociada a molestias digestivas nocturnas como hinchazón o dolor abdominal, que influirían en el contenido del sueño.
El doctor Tore Nielsen, autor principal del estudio, destacó que la intensidad de las pesadillas estaba estrechamente ligada a la presencia de intolerancia a la lactosa u otras alergias alimentarias. Señaló que ajustar la dieta en personas con estas condiciones podría ayudar a reducir los episodios oníricos negativos, lo que explicaría por qué algunas personas asocian los lácteos con este tipo de sueños.
Aunque desde hace años se investiga cómo la alimentación influye en el sueño, aún hay escasa evidencia científica que lo confirme. Sin embargo, según Nielsen, este trabajo comienza a ofrecer respuestas a una pregunta frecuente, sobre todo entre quienes realizan viajes gastronómicos: ¿puede lo que comemos influir en nuestros sueños?
El estudio no solo analizó cuánto y cómo dormían los participantes, sino también la frecuencia e intensidad de sus pesadillas, la percepción del efecto de ciertos alimentos en los sueños, y el estado físico y mental de los estudiantes, buscando conexiones entre estos factores y su dieta.
Un tercio de los encuestados reconoció tener pesadillas con regularidad. Las mujeres, además de recordar más sus sueños, reportaron en mayor medida problemas de descanso y experiencias oníricas desagradables. También, el número de mujeres que indicó padecer intolerancias o alergias alimentarias fue casi el doble que el de los hombres, lo que podría relacionar la salud digestiva percibida con la calidad del sueño en la población femenina universitaria.
Respecto a las creencias sobre la alimentación y el descanso, el 40 % de los participantes consideró que comer tarde o ciertos alimentos afecta su sueño, y un cuarto de ellos opinó que esos factores podían empeorarlo.
Los datos también revelaron que quienes llevaban una dieta menos saludable eran más propensos a tener sueños negativos y a olvidar sus contenidos. Esto sugiere que lo que comemos podría influir tanto en la calidad como en el recuerdo de los sueños, aunque no está claro en qué dirección se da esta relación.
Los alimentos más señalados como posibles responsables de un mal descanso fueron los lácteos, los dulces y las comidas picantes. Según Nielsen, en personas con intolerancia a la lactosa y síntomas digestivos intensos, los productos lácteos pueden causar interrupciones en el sueño y aumentar la aparición de pesadillas.
Este hallazgo se sustenta en la evidencia de que las sensaciones físicas afectan la experiencia onírica. Las pesadillas frecuentes tienden a causar despertares cargados de ansiedad o angustia, lo que puede llevar a evitar el sueño, dificultando aún más lograr un descanso reparador. Por tanto, la conexión entre alimentación, malestar físico y sueños parece estar influida por una interacción compleja entre factores físicos y psicológicos.
Este estudio también retoma una línea de investigación previa de Nielsen y el doctor Russell Powell realizada 11 años atrás en la misma universidad, donde ya se había observado que muchas personas relacionaban sus sueños con lo que habían comido.
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