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Una creciente preocupación: la adicción alcanza a los más jóvenes

La situación de las adicciones es una problemática social en la ciudad centros de Rehabilitación se suman al apoyo.

Una creciente preocupación: la adicción alcanza a los más jóvenes: La situación de las adicciones es una problemática social en la ciudad centros de Rehabilitación se suman al apoyo.
José Gaytán
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En Piedras Negras, la problemática de las adicciones ha dejado de ser una situación exclusiva de adolescentes y adultos para tocar una fibra extremadamente sensible: la niñez. En los últimos meses, centros de rehabilitación de la ciudad han reportado un alarmante aumento en los ingresos de menores de edad con severos problemas de consumo de sustancias, encendiendo las alertas entre especialistas, familias y líderes comunitarios.

Uno de los casos que ha conmovido profundamente a la comunidad es el de un niño de apenas ocho años de edad, ingresado recientemente en la casa de rescate “Cristo Rompe las Cadenas” por adicción a la marihuana. La historia de este menor no solo evidencia la vulnerabilidad de los niños ante un entorno cada vez más permisivo y accesible al consumo de drogas, sino también la urgencia de fortalecer los entornos de protección familiar y social.

Según relata Oscar Arce, director del centro, fue la madre y la abuela del pequeño quienes decidieron llevarlo al lugar al notar cambios drásticos en su conducta: rebeldía, agresividad, aislamiento y actitudes extrañas para un niño de su edad. Al llegar, el menor mostraba una fuerte resistencia a la disciplina del lugar, un comportamiento que, según los expertos, es habitual en quienes están bajo la influencia constante de sustancias psicoactivas. “Nos enfrentamos a un caso extremo. Este niño ya estaba en un nivel de consumo donde comenzaba a desarrollar una dependencia psicológica. Era urgente actuar”, comenta Arce.

Pero este caso no es único. La situación, según quienes trabajan en estos centros de atención, va en aumento. Jóvenes de 12, 10 e incluso menos años de edad han comenzado a llenar espacios en lugares diseñados originalmente para adultos. La realidad ha obligado a estos centros a adaptarse, no solo en infraestructura, sino en el enfoque terapéutico, ya que tratar a un niño requiere un abordaje especializado tanto psicológico como emocional.

La accesibilidad a las drogas en la ciudad ha cambiado radicalmente. Lo que antes era considerado un tabú, ahora es percibido por muchos jóvenes como algo normal o incluso como una vía de escape ante la falta de oportunidades, el abandono emocional, la violencia familiar o simplemente la influencia de su entorno inmediato. Las calles de muchos sectores de Piedras Negras, especialmente aquellos más marginados, se han convertido en puntos de venta abiertos, donde incluso los menores saben a dónde acudir para conseguir marihuana, cristal, solventes o pastillas.

Esta normalización del consumo entre menores no ocurre en el vacío. Muchos de estos niños provienen de hogares donde uno o ambos padres son consumidores, donde existe violencia o donde la figura del adulto responsable está ausente. La escuela, otro espacio tradicionalmente protector, muchas veces tampoco logra detectar a tiempo estos casos, ya sea por falta de herramientas, de personal capacitado o por miedo a intervenir. El silencio y la negación social siguen siendo grandes cómplices del avance de esta epidemia.

La situación también revela la limitada capacidad institucional para enfrentar el problema. Son pocos los centros de rehabilitación que pueden atender adecuadamente a menores. No existe en la región una red de atención integral que combine trabajo social, atención psicológica, actividades recreativas y acompañamiento familiar. La mayoría de los esfuerzos recae en instituciones de carácter religioso o privado, las cuales operan con recursos limitados y, en muchos casos, sin el respaldo oficial necesario.

No obstante, y a pesar de los enormes desafíos, los testimonios de recuperación también están presentes. Muchos menores han logrado salir adelante con disciplina, contención emocional y acompañamiento constante. En centros como “Cristo Rompe las Cadenas”, la fe, la estructura comunitaria y el compromiso de sus colaboradores han sido clave en procesos de transformación que, aunque largos y difíciles, han logrado rescatar vidas que parecían perdidas.

Oscar Arce es claro: “No basta con abrirles la puerta del centro. Hay que entrar en su mundo, comprender sus heridas, trabajar con sus familias y construir un nuevo proyecto de vida para ellos. La marihuana, como otras drogas, solo es la punta del iceberg de problemas más profundos”.

En este contexto, el llamado es a todos: padres, maestros, instituciones, iglesias, autoridades y sociedad en general. La niñez no puede esperar. La prevención debe comenzar desde el hogar, con el ejemplo y la atención emocional constante. Las escuelas deben fortalecerse con herramientas que permitan detectar señales de alerta y actuar oportunamente. Y el entorno comunitario debe volver a ser un espacio seguro, con actividades sanas, recreativas y de convivencia que alejen a los niños del riesgo.

La lucha contra las adicciones no se ganará solo con centros de rehabilitación ni con discursos moralistas. Se necesita una transformación profunda del tejido social, donde cada niño sea visto como una prioridad, donde sus derechos sean protegidos y sus voces escuchadas.

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