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Vaso captador convertido en foco de infección por aguas residuales

Vaso captador convertido en foco de infección por aguas residuales
José Gaytán
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La zona limítrofe entre las colonias Lázaro Cárdenas y Mundo Nuevo enfrenta una situación crítica de contaminación ambiental derivada del estado deplorable en el que se encuentra el vaso captador ubicado sobre la calle Miguel Garza, justo antes de cruzar con Anáhuac. Lo que en su momento fue concebido como una obra de mitigación de riesgos por lluvias, hoy representa una seria amenaza a la salud pública.

Las condiciones actuales del lugar son alarmantes: aguas residuales brotan de un registro dañado, formando charcos estancados en los que se genera lama, malos olores y proliferación de insectos. La hierba crecida y sin mantenimiento contribuye a que el área adquiera un aspecto descuidado y propicio para la aparición de fauna nociva como roedores y serpientes.

Este escenario resulta aún más preocupante al considerar la proximidad de instituciones educativas y de salud. A escasos metros se ubican un jardín de niños, una escuela de nivel medio superior y unidades médicas que diariamente reciben a decenas de estudiantes, personal docente, pacientes y familias. La exposición continua a estas condiciones, sin duda, constituye un riesgo sanitario latente.

El agua sucia estancada es un caldo de cultivo ideal para el mosquito Aedes aegypti, transmisor de enfermedades como el dengue, zika y chikungunya. Además, los olores fétidos derivados de la descomposición orgánica afectan directamente la calidad del aire que respiran los habitantes de la zona, principalmente menores y personas de la tercera edad, quienes son más susceptibles a infecciones respiratorias.

Este tipo de contaminación visible, permanente y sin intervención, no solo daña la salud, sino que también deteriora la dignidad urbana de un sector que merece condiciones más justas. El vaso captador ha dejado de cumplir su función principal —la contención de aguas pluviales— y se ha transformado en un auténtico vertedero a cielo abierto, donde convergen el abandono, la falta de mantenimiento y la contaminación.

La situación genera una percepción comunitaria, pues quienes habitan en el sector viven con la incertidumbre de que el lugar pueda detonar una epidemia, en cualquier momento, sin que exista un plan de contención o saneamiento visible. Esto impacta directamente en su calidad de vida y en su derecho básico a habitar un entorno limpio y seguro.

Además del riesgo sanitario, la acumulación de basura, agua y lodo representa un riesgo físico, especialmente para los niños que transitan por la zona escolar. El encharcamiento constante y la vegetación sin podar dificultan el paso y pueden provocar accidentes, sobre todo en días de lluvia.

Cabe señalar que este tipo de escenarios evidencian una desigualdad en la atención urbana, pues mientras en algunos sectores se desarrollan obras de embellecimiento, otros permanecen olvidados, arrastrando con ello problemáticas de salud, seguridad y convivencia que terminan por normalizarse.

La situación del vaso captador no solo exige acciones correctivas urgentes, sino que también debe abrir el debate sobre cómo se gestiona el espacio público en zonas vulnerables y cuál es la verdadera prioridad cuando se habla de bienestar social y justicia ambiental.

A largo plazo, dejar crecer este tipo de focos de contaminación sin intervención efectiva fomenta un entorno en el que la resignación sustituye al reclamo, y donde la salud de la comunidad queda a merced de las circunstancias.

Vaso captador convertido en foco de infección por aguas residuales
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