Arranca el segundo año de Sheinbaum
Salvador García SotoNingún presidente en la historia de México podría decir que su primer año fue fácil. Cada arranque de sexenio en este país ha estado siempre marcado por la incertidumbre por el comienzo de un nuevo gobierno, las crisis presupuestales y económicas y también por las herencias, sobre todo las negativas que el nuevo gobernante recibe de quien le antecedió en la silla presidencial. Y en el caso de la presidenta Claudia Sheinbaum que hoy cumple su primer aniversario en el poder, se repite esa constante: un año complicado y difícil del que, a juzgar por sus niveles de aprobación en las encuestas, pero también por el crecimiento de su imagen, la doctora lo libró no sin apuros y complicaciones.
Porque al final, en un año en el que le dejaron un presupuesto fuertemente comprometido, un endeudamiento histórico y fuertes crisis en materia de seguridad y violencia del narcotráfico y en el sistema público de salud, la mandataria ha tenido que enfrentar también una coyuntura particular por el arranque del segundo mandato del presidente estadounidense, Donald Trump, que se convirtió en una fuente de presiones, amenazas arancelarias y exigencias políticas en materia de seguridad, narcotráfico y combate a la corrupción. Incluso en eso, si bien se ha visto en ocasiones en aprietos e incluso contra la pared con algunas peticiones políticas de Washington, sobre todo las que tienen que ver con temas de corrupción en el sexenio pasado, la Presidenta ha sabido maniobrar y negociar con la administración trumpista.
En términos generales, con el apoyo de la maquinaria política y electoral de Morena, pero sobre todo con la enorme base clientelar que significan los programas sociales que hoy llegan a 16 millones de beneficiarios directos y 32 millones de familias en México, que según los datos oficiales representan el 82% de los núcleos familiares en el país, la Presidenta ha transitado su primer año con un discurso triunfalista sobre la situación del país, que si bien está lleno de imprecisiones y verdades a medias, es consumido sin cuestionamientos por los beneficiarios de los programas sociales, al mismo tiempo que es fuertemente cuestionado por los sectores de oposición y las clases medias y altas que son críticas del gobierno.
Podría decirse que, con el 73% de aprobación que le dan las encuestas más recientes de medios como El Financiero, Sheinbaum pasó la prueba del primer año pero su mayor lastre sigue siendo la percepción, en un amplio sector de la población, de que ella no es, todavía, totalmente dueña de sus decisiones, acciones y declaraciones, y que el tutelaje de su mentor político se mantiene vivo desde Palenque, ya sea a través de mensajes e imposiciones que ella aceptó en los liderazgos políticos del Congreso, el partido y hasta en su gabinete, o a través de formas de comunicación en las que le hacen llegar mensajes directos provenientes del inquilino de Palenque.
Ese sería quizás el reto más claro que enfrenta la Presidenta al arranque del segundo año de su gobierno, que también inicia el día de hoy: construir, dentro de su lealtad política e ideológica a su antecesor y a su movimiento, una imagen de plena independencia y autonomía en las decisiones que toma en su administración. Lograrlo no tiene que pasar necesariamente por una ruptura estridente o violenta, como la que ella misma dice que buscan y quieren ver sus críticos y opositores, pero sí por mandar mensajes claros y contundentes, como lo ha hecho ya en parte al destapar casos de corrupción y criminalidad del pasado sexenio, de que ella no terminará siendo la tapadera de lo que se haya hecho mal y de manera ilegal en el gobierno lopezobradorista.
Y es justamente en ese reto, un deslinde necesario y claro, aunque no estridente, de lo que estaría por venir por presiones desde los Estados Unidos, donde ya tienen investigaciones abiertas contra el primer círculo cercano de López Obrador, con gobernadores morenistas que han sido ampliamente mecionados, pero también, y es ahí donde vendrá la prueba de fuego para la doctora Sheinbaum, con el nombre del junior Andrés Manuel López Beltrán, de quien ya están armando un grueso expediente en Washington a partir de su vinculación con el tema del huachicol, vía el pago de sobornos en Petróleos Mexicanos, en la administración de Octavio Romero Oropeza, en la que Andy tuvo vínculos muy estrechos con el área de Pemex Exploración y Producción.
Así que si en el primer año la Presidenta pudo sortear un gobierno con un muy estrecho presupuesto, una economía con muchas presiones y con un muy bajo crecimiento y fuertes crisis en seguridad y salud, en el segundo año esos problemas continuarán y podrían agravarse, sobre todo en el tema económico, por la incertidumbre que generará la renegociación del TMEC y los niveles de endeudamiento que viene arrastrando el gobierno y su empresa financieramente quebrada, Pemex. Pero quizás el mayor reto que le espera a Claudia Sheinbaum en este segundo año de su sexenio es el político: ¿hasta dónde podrá la Presidenta seguir protegiendo y cuidando la imagen de su antecesor, de sus hijos y de sus protegidos como el caso del senador Adán Augusto López, sin que eso le afecte a ella políticamente en su imagen?
Para poner un referente histórico en los círculos políticos muchos empiezan a recordar que al general Lázaro Cárdenas le llevo 14 meses deslindarse de su antecesor y jefe político, Plutarco Elías Calles, y romper el Maximato que había instaurado el general sonorense. A José López Portillo le tomó dos años enviar a Luis Echeverría, al exilio diplomático a las lejanas Islas Fiji, luego de aguantar por 24 meses los afanes protagónicos y el gusto por los reflectores que tenía su antecesor. Y esa quizás es la pregunta clave para el segundo año de mandato que hoy inicia la presidenta Sheinbaum: ¿cuánto más seguirá conteniendo la Presidenta los embates contra la familia y los cercanos del expresidente?
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