El atún, disponible tanto fresco como enlatado, se ha convertido en una opción accesible y nutritiva dentro de la alimentación cotidiana. No obstante, la elección entre atún en agua o en aceite plantea dudas sobre sus efectos nutricionales.
Según la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, este pescado ofrece varios beneficios para la salud:
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Fortalece el sistema inmunológico: Gracias a su contenido de vitaminas A y D, favorece la cicatrización y la salud nerviosa.
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Protege el corazón: El Omega-3 ayuda a reducir el colesterol y los triglicéridos, lo que disminuye el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
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Favorece el desarrollo muscular: Su alto contenido proteico lo convierte en una excelente opción para la formación y mantenimiento muscular.
El Dr. William Arias, experto en obesidad y metabolismo, advierte que no se debe consumir más de dos latas de atún a la semana debido a la acumulación de mercurio. Este metal pesado puede ser dañino si se ingiere en exceso. Además, recomienda que el consumo de atún sea esporádico para reducir riesgos.
En cuanto a las presentaciones enlatadas, el Dr. Arias recomienda el atún en agua si se quiere preservar el contenido de Omega-3. Explica que el atún en aceite pierde gran parte de este nutriente, ya que las grasas migran al aceite, el cual generalmente se descarta.
Este punto es respaldado por la publicación Tufts University Health & Nutrition Letter, que menciona que los atunes enlatados en aceite pueden perder hasta tres cuartas partes de su Omega-3, en comparación con los enlatados en agua. Además, el atún en aceite tiene un mayor contenido calórico.
Aunque el atún en agua conserva mejor los nutrientes esenciales, como el Omega-3, el proceso de enlatado afecta a otros compuestos, como la vitamina C. Sin embargo, pescados como las sardinas y el salmón enlatados con espinas aportan mayores niveles de calcio en comparación con sus versiones frescas o congeladas.