Edgar Amador, el secretario enrachado
Mario MaldonadoDesde que Edgar Amador asumió como secretario de Hacienda el pasado 8 de marzo, la narrativa económica y financiera del gobierno de Claudia Sheinbaum dio un giro técnico y político. Alejado de improvisaciones y cargas ideológicas, Amador ha operado con pragmatismo financiero y control quirúrgico sobre los principales frentes fiscales del país. En solo seis meses, logró estructurar el rescate más ambicioso y discreto que haya tenido Pemex en los últimos siete años, consolidó su propio equipo en algunas de los cargos principales y entregó un Paquete Económico 2026 que, sin ser espectacular, transmite cierta certidumbre.
Hasta ahora la joya de su gestión es Pemex. Con el respaldo político de Sheinbaum, Amador diseñó junto con su equipo un esquema de refinanciamiento fuera del presupuesto: los llamados P-Caps que permitieron la colocación de un vehículo de deuda por 12 mil millones de dólares. Con esos recursos, la petrolera lanzó una oferta de recompra de bonos que cubre vencimientos entre 2026 y 2029 por hasta 9 mil 900 millones de dólares, lo que alivia la presión inmediata sobre las finanzas de la empresa y aleja los fantasmas de un default técnico. Además, se fondeó un fideicomiso de inversión de 250 mil millones de pesos para pagos a proveedores, proyectos prioritarios y oxigenar su deteriorada operación de la empresa.
La respuesta de las calificadoras fue casi inmediato. Fitch elevó la calificación crediticia de Pemex de “B+” a “BB” y mejoró su perfil crediticio independiente. Standard & Poor’s, aunque más cauta, mantuvo la perspectiva estable y reconoció que el nuevo esquema de financiamiento tiene impacto neutral sobre la nota soberana. A diferencia de los rescates anteriores, este no compromete directamente al erario, aunque el pasivo contingente sigue siendo un riesgo. La clave, dicen fuentes de alto nivel en Hacienda, es que se ha ganado tiempo y margen de maniobra. Pemex tiene ya una hoja de ruta para llegar a la autosuficiencia financiera en 2027 y reducir su deuda a cerca de 77 mil millones de dólares hacia el final del sexenio. En una de esas también recupera el grado de inversión.
El golpe de timón no se queda ahí. Amador ha tejido una red institucional con figuras de su entera confianza en los órganos clave del sector financiero. Nombró a Ángel Cabrera, exfuncionario del SAT y técnico con años de experiencia, como presidente de la CNBV. Impulsó a María del Carmen Bonilla, experta en finanzas sostenibles y hasta entonces jefa de la Unidad de Crédito Público, como nueva subsecretaria de Hacienda, cargo que llevaba meses acéfalo. Y logró posicionar a Roberto Lazzeri, su exjefe de oficina y exasesor en el gobierno capitalino, como directivo clave en Nafin-Bancomext. A diferencia de otros secretarios de Hacienda, Amador no se rodeó de políticos ni improvisados: prefirió gente con perfil técnico y visión de largo plazo.
Con ese mismo enfoque entregó –muy noche, por un retraso técnico– el Paquete Económico 2026, el cual al cierre de esta columna aún no se conocía. Se sabe, sin embargo, que no incluye una reforma fiscal, pero sí ajustes quirúrgicos en deducciones, evasión y gasto corriente. No se descarta tampoco que los diputados incluyan un aumento al IEPS a bebidas azucaradas. Se eliminará la deducción de aportaciones al IPAB que beneficiaba a la banca privada, lo que generará más de 10 mil millones de pesos adicionales. También se prevé una mejora en la recaudación aduanera, gracias a la digitalización impulsada por el Infotec y las nuevas reglas de importación energética.
En cuanto a los grandes números, el marco macroeconómico mantendrá un tono moderadamente optimista: crecimiento entre 1.5 y 2.5%; inflación proyectada en 3.5%; tipo de cambio promedio de 19.70 pesos por dólar; y producción petrolera en 1.8 millones de barriles diarios. El presupuesto, por su parte, será austero en términos reales. El gasto programable apenas crecerá respecto a 2025 (6.45 billones de pesos), pero se priorizará lo social —pensiones, becas, subsidios— y se reducirá el déficit hacia el 3% del PIB, luego de haber alcanzado niveles cercanos al 5% este año.
La buena racha de Amador puede explicarse por técnica, pero también por algo de política. Mientras otros secretarios han tenido que lidiar con tensiones internas, él opera con línea directa con Sheinbaum y sin distractores partidistas. Sus críticos lo podrían acusar de tecnócrata; y sus defensores de ser pragmático y apostar al mediano y largo plazos. Lo cierto es que, por ahora, ha logrado estabilizar Pemex, mejorar las calificaciones y perspectivas financieras de la empresa y de México, y está a prueba con su Primer Paquete Económico.
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