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“¡Orejas de burro!”

¡Qué bruto, póngale cero! Esa joya de frase que inmortalizó el Chavo del Ocho parece hecha a la medida para el secretario de educación, Emanuel Garza Fishburn y para el coordinador de Mejora Coahuila, Gabriel Elizondo, quienes cada vez que enfrentan un micrófono se convierten en verdaderos escapistas del dato duro. En lugar de contestar, aplican la vieja confiable: “Estamos haciendo un diagnóstico”, “por ahí les harán llegar la información”, “no podemos dar detalles” ... y así se nos va la entrevista, entre rodeos, humo y confeti verbal. Uno esperaría que después del tiempo que llevan en sus puestos ya tuvieran por lo menos el acordeón, pero ni eso.
Y no es que se busque reprobar a nadie, pero si esto fuera la primaria, ya los habrían mandado al rincón con orejas de burro y sin recreo. Mientras funcionarias como Nazira Zogby o María Bárbara Cepeda se rifan con temas espinosos y sin chistar, Emanuel y Gabriel siguen como alumnos distraídos que no hacen la tarea y se tapan con el cuaderno cuando se les preguntan los tema que, se supone, ya deberían dominar. 

El azadón empresarial
La división en el sector empresarial de Monclova no es casualidad, es consecuencia directa de liderazgos que han usado las agrupaciones empresariales como trampolín para intereses personales, debilitando su representatividad y credibilidad. Con la salida de cámaras fuertes como la CMIC y Canacintra, la llamada Unión de Organismos Empresariales ha quedado como un cascarón lleno de siglas, pero vacío de peso específico, dirigido ahora por Canaco, que, según Eugenio Williamson, consejero de CMIC, representa más a los “changarros” que a las industrias formales.

Algunas cámaras parecen haberse convertido en un club de beneficios particulares, más preocupado por llevar “agua a su molino” que por construir una agenda común que impulse el desarrollo de la región. Este divorcio silencioso se ha traducido en una pérdida de espacios de decisión clave, como los consejos de organismos públicos y comités municipales. Es claro que mientras algunos se aferran a cargos para promover negocios propios —como lo señalan en el caso de Canirac, o Canacar—, otros han sido excluidos de las mesas donde realmente se toman decisiones. El discurso de que “no hay división” suena vacío cuando las acciones muestran un gremio fracturado, donde el liderazgo parece más interesado en aplaudirse entre sí que en defender los intereses de sus agremiados o en trabajar, realmente, por el progreso colectivo de Monclova.
Carlos Villarreal podría ser recordado por como “alcalde del deporte”, ya sea por su propio palmarés en el campo de juego, así como su gusto a los reflectores que le dan las inauguraciones, premiaciones y fotos con medallas. Asiste a todo lo que suene a evento deportivo siempre y cuando esté en su agenda o le represente visibilidad. Faltaría para redondear méritos para hacerse acreedor a ese mote, que su administración a la hora que recibe una solicitud de apoyo para competir representando a Monclova, el camino es otro: un viacrucis burocrático que empieza en el módulo de Atención Ciudadana y rara vez llega a su escritorio. 

Ausencias, pachangas y premios
En la Región Carbonífera todos se lo preguntan: ¿dónde estaba el alcalde de San Juan de Sabinas, Óscar Ríos, durante la reciente visita de la presidenta Claudia Sheinbaum a Pasta de Conchos? En un evento tan simbólico y cargado de historia, solo asistieron algunos regidores del municipio, pero su ausencia fue tan notoria como incómoda. Ni lo nombraron, ni lo buscaron.

La interrogante se mantiene viva en los pasillos políticos: ¿lo invitaron y no quiso ir, o simplemente lo dejaron fuera del mapa? Mientras tanto, en Sabinas, el alcalde Chano Díaz sigue en modo fiesta. Con motivo del Día del Maestro, organizó un fiestón con sillas tapizadas, mesas de lujo y banquete incluido, aunque según él, no puede hacer ni una sola obra pública, ya que fue “notificado” por autoridades educativas. Eso sí, para la pachanga no hubo trabas. La explanada del Palacio Municipal se convirtió en una super cantina al aire libre, ahorrándose el salón de eventos, pero no el escándalo.
Y como si hiciera falta más sabor al caldo, en medio del ruido político, llegaron los nombramientos: Diana Haro, exalcaldesa de Sabinas, fue designada como subsecretaria de Turismo y Pueblos Mágicos, y su esposo, Eleazar Villarreal Willars, como subsecretario de Protección Civil.
Los comentarios no se hicieron esperar, ya que ambos son duramente cuestionados por su pobre desempeño cuando ella estuvo al frente del municipio, y el regreso de la pareja a la nómina pública no cayó nada bien. Se habla de amiguismo, de premios por lealtades políticas y de resultados que nunca llegaron.

Feria del Norte: entre oraciones, tormentas y caos
Durante esta semana, Piedras Negras pareció vivir una especie de miniapocalipsis patrocinado no por Hollywood, sino por el mismísimo ayuntamiento. Todo comenzó con la ya habitual rutina celestial del alcalde Jacobo Rodríguez: abrir cada mañana con una oración, pidiéndole a Dios dirección para gobernar. Y al parecer, dirección sí pidió… pero el GPS divino no dio señal. La tan cacareada Feria del Norte prometía ser un evento para recordar, y vaya que lo ha sido, aunque no por las razones correctas. Comerciantes con carpas volando, conciertos cancelados y un aire (literal) de desastre generalizado. El temido “aironazo” y una tormenta eléctrica que parecía castigo bíblico arruinaron no sólo las ventas, sino también los ánimos. Todo, claro, sin una sola alerta formal de Protección Civil, que aparentemente también estaba esperando señales del cielo.
El plato fuerte —Gerardo Ortiz— se quedó con las ganas de subir al escenario, ya que el concierto fue cancelado por las condiciones climáticas. Eso sí, prometió regresar, como si esperara que el clima y los santos se pongan de acuerdo la próxima vez. Y como si se tratara de un guion de comedia negra, el sábado se repitió la tormenta y el silencio institucional. Ni un boletín, ni una advertencia, ni una veladora prendida.
Hasta el momento, la Feria del Norte no ha sido del todo un éxito. Y aunque esta crónica no busca burlarse, sí invita a cuestionarse: ¿será que el cielo no aprueba la cartelera? Porque entre tantas desgracias, lo único claro es que, en lugar de pensar en lo que el pueblo quería, Jacobo parece haber armado la feria como si fuera su playlist personal. Y quizá —solo quizá— eso fue lo que desató la tormenta.


Fuego en los aparejos
Como parte de la gira la de la presidenta Claudia Sheinbaum a Coahuila, visitó La Perla de la Laguna, Torreón para inaugurar oficialmente el hospital de especialidades del ISSSTE. En el acto, fue muy notorio los abucheos que se llevó el alcalde Román Alberto Cepeda González.  Evidentemente en un evento con presencia morenista por razones obvias, era previsible que se llevara rechifla y buya de las autoridades ejecutivas locales de extracción priista, como lo es el gobernador Manolo Jiménez y el propio Román. Cuando se nombró al ejecutivo estatal apenas algunos silbidos sonaran, pero la ovación era mucho mayor. No así como el presidente Cepeda, que desde su llegada la multitud lo llamó ratero y cuando fue mencionado en el acto oficial, la rechifla fue casi unísona, que hasta la presidenta tuvo que llamar al respeto.
Parece cada vez más cierto que los días al frente de Torreón están contados para un alcalde que podría dejar el cargo por la puerta trasera, por cometer la torpeza política de estar constantemente a contracorriente del gobierno del Estado.

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