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El pretexto geopolítico

Marcela Gómez Zalce
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La presencia, confirmada por autoridades mexicanas, de exmilitares colombianos especializados en combate está exhibiendo una militarización creciente de los cárteles mexicanos y en específico del CJNG. Esto implica que aquellos ya no son simples organizaciones criminales sino fuerzas paramilitares transnacionales, comparables a actores no estatales como insurgencias o grupos terroristas. Bajo esta lógica y ante la violencia descarnada contra nuestras fuerzas armadas —en la frontera entre Michoacán y Jalisco el mes pasado— va dibujándose parte de la hoja de ruta del gobierno encabezado por Donald Trump con la administración de Claudia Sheinbaum al haber designado hace meses a seis organizaciones criminales mexicanas como grupos terroristas.

El narcotráfico ya no es solo un tema de drogas sino de amenaza armada al sur de la frontera estadounidense. El magnate exhibe su táctica; usar la presencia de exmilitares colombianos como parte de un argumento más amplio de seguridad nacional y lucha contra el crimen transnacional.

La narrativa esboza un enlace con el terrorismo y grupos armados señalando que son una amenaza similar a Hezbollah o Al Qaeda. Esto le permitiría argumentar que, bajo la ley antiterrorista de los Estados Unidos, se permite acciones unilaterales extraterritoriales.

En la presente coyuntura donde es evidente que la relación bilateral pasa por momentos sumamente delicados, la reafirmación de que México ha perdido el control territorial y la presión latente sobre la omisión del gobierno mexicano de llamar a cuentas a funcionarios ligados con el crimen organizado, abren ventanas de oportunidad.

La estrategia trumpista de control o persuasión basada en la combinación de recompensas y castigos para influir, con éxito, en el ánimo de la presidenta mexicana continúa su camino sostenido para seguir erosionando la confianza. Las fuertes críticas contra Sheinbaum de la Secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, en la oficina Oval y teniendo como testigo a Trump impávido ante sus dichos, enmarcan el cuadro táctico de cómo moldear el comportamiento mediante una mezcla calculada de presión (Noem) y de recompensa (el embajador Johnson). Con ello se desencadenó una confusión en las emociones presidenciales —además de golpear debajo de la línea de flotación diplomática— que parece no logran identificar, entender o distinguir con claridad, es decir con “cabeza fría”, el juego detrás de la realpolitik.

A Sheinbaum la mal aconsejan y/o la dejan sola en un autoinfligido torbellino mediático, que pudo perfectamente atajarse a tiempo, dando como resultado que las apariencias coinciden con la realidad y se da valor a la percepción de un gobierno caótico, desordenado y con severas fricciones internas como herramienta válida.

De paso la creciente tendencia en Morena a declarar de manera impulsiva, excesiva y/o sin filtro generando contradicciones, mensajes improvisados que generan controversia, confusión y un marcado daño político. En Palacio Nacional deberían esmerarse en comprender que las relaciones de poder no siempre son abiertas ni transparentes y se rigen tanto por estrategias como por tensiones ocultas. Si la cúpula morena y el látigo de Palenque insisten en priorizar agendas personales evidenciando sus intereses en conflicto, el escenario bilateral en el corto plazo les dará aún más sorpresas ante el endurecimiento del “hard power”.

Sobre todo, porque en el presente contexto, interno y externo, no todo juego de poder es de suma cero.

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