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EU: más presión para la banca mexicana por nexos con China

Mario Maldonado
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La semana pasada adelanté en este espacio cómo el Departamento del Tesoro de Estados Unidos había puesto la mira en México con la misma lupa que antes aplicó sobre bancos de Asia o paraísos fiscales del Caribe. El Departamento del Tesoro y el FinCEN, la oficina de inteligencia financiera que rastrea dinero ilícito y conexiones internacionales con organizaciones criminales, están detrás de esa presión creciente.

En su fugaz visita a México, el subsecretario del Tesoro para Terrorismo e Inteligencia Financiera, John K. Hurley, expresó que China es el eje central del problema. En la reunión que tuvo con los banqueros, habría pedido revisar a detalle sus nexos con sociedades ligadas a la cadena de precursores químicos del fentanilo, según fuentes que estuvieron presentes. La alerta fue que por ahí podrían venir nuevas sanciones.

En los casos de CIBanco, Intercam y Vector Casa de Bolsa, designados por FinCEN como “instituciones de preocupación primaria en materia de lavado de dinero” por vínculos con transferencias sospechosas relacionadas con opioides sintéticos, la alerta se dio desde junio, mucho antes de las sanciones inéditas, con las cuales Estados Unidos prohibió a sus bancos mantener relaciones con las firmas señaladas y obligó a cortar ciertos flujos en dólares y en criptoactivos. La consecuencia inmediata fue la intervención temporal de sus negocios fiduciarios, que pasaron a ser administrados temporalmente por la banca de desarrollo mexicana y después a manos de otras instituciones privadas.

Documentos internos consultados por firmas legales estadounidenses señalan que las autoridades mexicanas fueron notificadas tres meses antes de la decisión. Esa línea coincide con lo que Hurley habría comentado a puerta cerrada, sobre que sí hubo margen para actuar, pero la respuesta fue insuficiente.

La otra pieza de esta historia es la Unidad de Inteligencia Financiera. En el Tesoro fue muy bien recibido el cambio de liderazgo en la UIF. “Harfuch understands”, reconocen en Estados Unidos en alusión a la relación de confianza con su contraparte estadounidense. El mensaje es que México tiene la oportunidad de mostrar que su sistema financiero no es el eslabón débil en la guerra contra el fentanilo.

Lo que tampoco se ha dicho en México es que FinCEN prepara, para fin de año, un informe de tipologías que incluye nombres de intermediarios chinos con operaciones de corresponsalía en bancos mexicanos. No se trata solo de los grandes laboratorios sancionados por la OFAC —como Guangzhou Tengyue—, sino de sociedades pantalla que mueven volúmenes pequeños, apenas perceptibles, pero que sumados financian toneladas de químicos que terminan en manos de los cárteles. La instrucción a los banqueros del país es revisar proveedores, contratos, fideicomisos, incluso líneas de crédito corporativo aparentemente legítimas.

El riesgo de sanciones secundarias es real. Cualquier institución financiera que mantenga relaciones con las entidades mexicanas ya señaladas puede ser incluida indirectamente en la red de prohibiciones, lo que significaría quedar fuera del sistema internacional de pagos en dólares. Para un banco mediano o una casa de bolsa mexicana, eso equivale a la muerte operativa.

Además, el Tesoro ha ampliado la presión a la cadena logística: aduanas, transportistas, exportadores de químicos y agentes de carga. No basta con sancionar bancos, dicen en Estados Unidos; el negocio del fentanilo se mueve por aire y mar, disfrazado de comercio lícito y la batalla se gana con controles reales en puertos y cruces fronterizos.

Así que hoy más que nunca es imperativo fortalecer a la UIF, judicializar casos con pruebas concretas y promover la autorregulación de las instituciones financieras, pues el riesgo de que Estados Unidos escale sanciones hacia funcionarios, empresarios y empresas mexicanas, como ya lo ha hecho con actores de Colombia o Venezuela, está más que latente. Sería terrible que el país terminara en la lista gris del GAFI, lo que encarecería financiamiento internacional, afectaría corresponsalías y golpearía la reputación de todo el sector.

Este es el nuevo panorama para el sistema financiero mexicano; y para sus supervisores y reguladores. De todo esto tendría que surgir un sector mucho más seguro y confiable para todos. Ojalá que así sea.

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