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Fuerzas Armadas: las primeras facturas de su descomposición

Mario Maldonado
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Las Fuerzas Armadas mexicanas, orgullo histórico de disciplina y lealtad al país, terminaron convertidas en contratistas de obra pública, administradoras de aeropuertos, operadores de aerolíneas, trenes y hasta encargadas de dragar drenajes. La política de Andrés Manuel López Obrador de entregarles presupuesto y proyectos civiles en nombre de la “honestidad militar”, lo cual fue continuado por Claudia Sheinbaum, ha tenido un efecto corrosivo: expuso al Ejército y a la Marina a los mismos vicios que juraban combatir.

Muchos ejemplos, algunos muy recientes y otros del sexenio de López Obrador, revelan la nueva anatomía de las Fuerzas Armadas. Entre 2019 y 2024, la Marina adjudicó 14 contratos por 478 millones de pesos a empresas sin capital ni experiencia, constituidas al vapor y desaparecidas después de cobrar, según lo documentó El CEO. En 2023, el Órgano Interno de Control detectó anomalías en la Dirección de Servicios Generales de Hidrográficos: pagos sin factura, adquisiciones sin autorización y expedientes incompletos que sumaron 40.7 millones de pesos, publicó La Jornada. Y en 2022, la dependencia adjudicó directamente a Idisa Ingeniería la construcción de una unidad habitacional, pese a que la empresa tenía apenas un trabajador registrado en el IMSS antes del contrato, reveló Mexicanos Contra la Corrupción. A ello se sumó el nepotismo de los sobrinos de Rafael Ojeda Durán —Roberto y Fernando Farías Laguna—, que controlaron adquisiciones, dragados y obras en Sonora.

La historia se repitió con el contrato más reciente, ya bajo el mando del almirante Raymundo Morales Ángeles. Este martes, El CEO reveló que la Marina adjudicó 76 millones de pesos a Bombas Verticales BNJ para el mantenimiento del drenaje del AICM. Las inspecciones documentaron tuberías mal fusionadas, abrazaderas flojas, bases erosionadas y filtraciones, pese a que el pago ya había sido liquidado. El colapso del drenaje en las lluvias de hace unos días exhibió el resultado de haberle encargado a la Marina tareas que jamás debieron salir de su ámbito naval.

En cuanto a la Sedena, bajo el mando del general Luis Cresencio Sandoval, ésta se convirtió en la constructora del Tren Maya, un megaproyecto marcado por sobrecostos, irregularidades y fallas técnicas. En 2022 firmó un contrato por 501 millones de pesos con Energía Solar y Proyectos de Ingeniería para suministrar balasto al tramo 6. La empresa incumplió y, tras un juicio, el Ejército perdió el anticipo de 86 millones de pesos. La ASF detectó además deficiencias y pagos sin justificación por 356 millones de pesos.

Los contratos beneficiaron a empresas vinculadas con personajes cercanos al poder. Latinus exhibió que compañías ligadas a Amílcar Olán, amigo de los hijos de López Obrador, vendieron balasto a sobreprecios de hasta 70%. Constructoras como Mota-Engil también participaron en la operación, pese a su historial de negligencia ambiental. El reciente descarrilamiento de un convoy del Tren Maya es el resultado de una obra mal construida y con vicios de corrupción.

Por si fuera poco, el pretexto de la “seguridad nacional” ha blindado a la Defensa y Marina contra la transparencia. Se ha documentado que más del 80% de sus contratos entre 2019 y 2024 fueron adjudicaciones directas, sin competencia ni licitación. Y ni qué decir de los planes empresariales del Ejército filtrados en el hackeo de Guacamaya en 2022: aerolíneas, hoteles y parques turísticos operados por militares.

Con la llegada de Claudia Sheinbaum, el general Ricardo Trevilla asumió la Sedena el 1 de octubre de 2024 prometiendo honestidad y transparencia, mientras Raymundo Morales hacía lo propio en la Marina. Sin embargo, ambos han continuado la misma lógica de contratos blindados, obras civiles en manos castrenses y cero rendición de cuentas.

Se sabía desde el inicio: ni la Marina ni el Ejército fueron creados para operar aeropuertos, dragar drenajes, construir trenes o vender balasto. Se formaron para proteger mares, cielos y fronteras. Pero al convertirlos en contratistas del Estado, se les expuso a las tentaciones del dinero y los negocios. Como dicen en privado sus anteriores secretarios: les mostraron la manzana envenenada y se atragantaron.

El descarrilamiento no solo es el del Tren Maya, ni el colapso del drenaje del AICM, sino el de las Fuerzas Armadas convertidas en corporaciones civiles, sin controles ni contrapesos, y atrapadas en los mismos vicios que prometieron combatir.

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