La crueldad y la guerra
Jean MeyerEn 1922, Maxim Gorki publicó un artículo sobre “la crueldad rusa” que vale la pena leer. Por lo pronto quiero hablar de la crueldad en la guerra, en casi todas las guerras. La guerra es un modo de resolver los conflictos por la violencia organizada y colectiva. La violencia, en el marco de la guerra, es, desde el punto de vista estratégico, una forma de comunicación con el adversario, pero se trata de “imponer por la fuerza nuestra voluntad a un adversario estatal o no” (definición dada por las FFAA francesas). Esa violencia no implica el uso de la crueldad contra el combatiente enemigo, ni contra sus poblaciones civiles. Incluso, desde 1864, se ha desarrollado en Europa todo un derecho para limitar las violencias contra los soldados y los civiles.
Las violencias indiscriminadas y abusivas contra los soldados adversos y contra los civiles son consideradas como crímenes de guerra que violan el derecho internacional humanitario: después de los usos y costumbres y de varios tratados, llegamos a la Convención de Ginebra de 1949 y los protocolos adicionados en los años siguientes.
Inicialmente se trataba de un acuerdo entre los Estados para proteger a sus soldados heridos y presos de guerra. Su ratificación debería proteger efectivamente a los combatientes: por ejemplo, Alemania había firmado las Convenciones de Ginebra de 1906 y 1929, y los nazis las respetaron con los presos franceses, ingleses, americanos, canadienses. Pero aprovecharon el hecho de que la URSS no había firmado la Convención de 1929 para dejar morir de hambre varios millones de soldados soviéticos presos entre 1941 y 1945. Contraste absoluto con el tratamiento dado por los alemanes a los presos rusos de la primera guerra mundial, puesto que Rusia había firmado la convención de 1906.
Sin embargo, la firma de las convenciones no impide el surgimiento de la crueldad. El empleo legítimo de la violencia en la guerra puede cambiar las prácticas de las fuerzas armadas y “conducir a una desinhibición que rebaje el umbral de tolerancia a la crueldad” y permite el desarrollo de todas las formas de violencia indiscriminada: violencias injustificadas contra los soldados adversos, llegando hasta la tortura y el asesinato, pasando por el hambre y el maltrato; violencias deliberadas contra los civiles en la zona del conflicto y los territorios ocupados. Son crímenes de guerra, puesto que violan el derecho internacional humanitario y pueden llegar, en el caso de las poblaciones civiles, a prácticas que no distan mucho del genocidio como se puede constatar hoy en Gaza.
La violación de mujeres, hombres, niñas y niños es una práctica recurrente, tristemente universal, como se observa en muchos de los conflictos actuales en Europa, África y Asia. Tiene además una dimensión estratégica, como se pudo ver en las guerras de la ex Yugoslavia: inspirar el terror, desestabilizar y destruir la sociedad victimizada; se mata a los hombres y se viola a las mujeres para embarazarlas, marcando así una victoria biológica. No hay que atribuir estas conductas a unos individuos desquiciados por la violencia bélica, sino se debe tomar en cuenta la deshumanización del adversario por la propaganda.
La conducta de la Wehrmacht en Francia fue bastante correcta, mientras que en Polonia y en la URSS fue abominable. ¿Por qué? Por la propaganda racista nazi que presentaba a los eslavos como Untermenschen, menos que hombres. De la misma manera, los crímenes de guerra cometidos desde octubre de 2023 por el ejército israelí en Gaza tienen que ver con la imagen del árabe, creada en el imaginario colectivo.
Los crímenes de guerra cometidos en Ucrania por las FFAA rusas, desde el primer día, no se entienden sin el lavado de cerebro emprendido desde 2004 por los medios rusos, presentando a los ucranianos como unos neonazis antisemitas, comparables al invasor nazi de 1941. A la deshumanización de los ucranianos se añade la frustración de los soldados rusos a los cuales habían prometido una guerra relámpago y que se encuentran desde hace más de tres años en el matadero.
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