Por qué la luz artificial nocturna afecta la salud cerebral y el metabolismo

La ciencia ha empezado a enfocar más su atención en cómo ciertos elementos de la vida diaria, que antes se consideraban inofensivos, pueden influir en la salud mucho más de lo que se creía. Uno de estos factores es la exposición constante a la luz artificial, sobre todo durante la noche.
Los efectos de esta luz artificial nocturna van más allá de solo alterar el sueño. Según el neurocientífico Randy Nelson, director del Departamento de Neurociencia en la Universidad de Virginia Occidental, la luz nocturna puede afectar el sistema inmunológico, promover procesos neuroinflamatorios, interferir en el metabolismo y modificar la regulación emocional.
Las investigaciones han mostrado que estos efectos se deben a que nuestro organismo evolucionó para funcionar en sincronía con los ciclos naturales de luz y oscuridad a lo largo del día.
El biólogo y especialista en cronobiología Diego Golombek, del CONICET, explica que en nuestro cerebro existe un reloj biológico que mide el tiempo con un ciclo aproximado de 24 horas, el cual debe sincronizarse diariamente con el día solar para mantener nuestros ritmos circadianos.
Cuando esta sincronización se altera, puede haber consecuencias negativas para la salud. La neuróloga Sofía Luján, de la Unidad de Medicina del Sueño de Fleni, señala que los ritmos circadianos controlan funciones esenciales como el sueño, la temperatura corporal, la liberación de hormonas y el apetito, y que estos ritmos se ajustan principalmente por la luz natural, a través de un reloj biológico central ubicado en el hipotálamo, específicamente en el núcleo supraquiasmático.
Además, la luz natural cambia a lo largo del día, con luz azul durante el día que fomenta el estado de alerta, y tonos más cálidos al atardecer. En contraste, muchas fuentes de luz artificial, como pantallas LED o luces frías, emiten mucha luz azul incluso en la noche, lo que confunde a nuestro reloj biológico.
Estudios liderados por Randy Nelson han encontrado que la exposición a luz en horarios inadecuados puede debilitar o alterar el sistema inmunológico, promover inflamación, y estar relacionada con trastornos metabólicos que aumentan la obesidad. También se ha observado un impacto en el estado de ánimo, elevando el riesgo de ansiedad y depresión.
La doctora Luján añade que la luz nocturna puede causar neuroinflamación, afectar la cognición y favorecer la resistencia a la insulina y el síndrome metabólico.
Por su parte, Golombek señala que la luz tiene efectos más allá de la visión, llamados efectos no fóticos, que incluyen la sincronización del reloj biológico y la regulación de aspectos como el metabolismo, el ánimo, la alerta y la secreción hormonal.
La luz es fundamental en nuestra evolución y adaptación al planeta. Cambiar la exposición a la luz natural o estimular con luz durante la noche altera estas relaciones y, por tanto, nuestra fisiología.
Golombek afirma que la luz es el principal sincronizador del reloj biológico, ajustándolo constantemente para que coincida con el ciclo solar. Sin embargo, factores como la contaminación lumínica nocturna, la exposición a pantallas LED, el trabajo en turnos nocturnos o el cambio de husos horarios pueden desajustar esta sincronización.
Un claro ejemplo de esta desincronización es el jetlag, que provoca fatiga, insomnio e irritabilidad hasta que el cuerpo se adapta al nuevo ciclo de luz y oscuridad. De forma similar, el “jetlag social” —que ocurre por cambios frecuentes en los horarios de sueño durante la semana— también genera una desalineación del reloj interno, con consecuencias parecidas pero prolongadas.
Entre los síntomas de esta desregulación están el insomnio, cansancio diurno, alteraciones del estado de ánimo, mayor vulnerabilidad a infecciones y desequilibrios en el apetito y el metabolismo.
Como “animales diurnos”, estamos diseñados para estar activos con luz durante el día y descansar en la oscuridad por la noche. La luz azul emitida por pantallas y lámparas LED en la noche engaña a nuestro reloj biológico, dificultando el sueño y afectando funciones vitales.
Golombek concluye que la exposición a luz nocturna puede promover el aumento de peso, incluso sin cambios en la alimentación, pues la luz en horarios nocturnos altera el metabolismo. Así, no serían solo los alimentos los responsables del aumento de peso, sino también la luz a la que estamos expuestos durante la noche, como ver televisión o usar dispositivos electrónicos hasta tarde.
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